MADRID, (VERY SOFT) POWER: 12 REFLEXIONES EN TORNO AL (MODESTO) RELATO GLOBAL DE LA CAPITAL ESPAÑOLA

By Pablo Sánchez Chillón,  Lawyer, International Speaker, Strategy and Public Affairs Advisor and Urban Advocate. Pablo is Co-founder of Eolexcitylab, Sánchez Chillón, Urban Innovation Advocates, Consultants & Lawyers (Spain).

Pablo is the Director of Foro Global Territorio & GlobalGOV  and Chief Editor of  Urban 360º. This article is published with the support of GlobalGOV & Foro Global Territorio | Thanks for supporting us.

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[Sinopsis: Un grupo de actores se prepara para ensayar una obra del dramaturgo Luigi Pirandello. Al comenzar el ensayo, son interrumpidos por la llegada repentina de seis personajes. Su portavoz, que resulta ser el padre del resto de personajes, dice al Director de la obra que están buscando un autor, pues quien los creó, después de concebirlos en su imaginación, no concluyó su trabajo, pues ni los pasó al papel ni los insertó en una obra, y allí permanecen, con el deseo de existir y de consumar su propio destino a través de la acción de un nuevo dramaturgo. Como en el teatro no hay ningún autor, insisten para que el Director de la compañía los vea interpretar y los ayude a dar forma en su drama. Tras hacer ademán de expulsarlos del teatro, el Director accede, intrigado, a que estos 6 personajes le cuenten su historia. ¿BUSCA MADRID UN AUTOR/DIRECTOR QUE DEFINA Y TRANSMITA SU HISTORIA?]

Prepárate para leer este doloroso Elogio de lo Irrelevante.

Y Madrid, ¿Tiene un Plan?

Physical City - Madrid Gran Vía 2013Tomando prestado parte del título de la obra del dramaturgo italiano Luigi Pirandello, “Seis Personajes en busca de Autor” (Sei Personaggi in cerca d’autore) y en un momento en el que el mundo mira a París y su capacidad resiliente de superar los estragos de los ominosos atentados de noviembre y convertirse en espacio para la discusión global COP21 sobre los efectos del cambio climático en nuestro planeta, vamos a tratar de analizar en estas líneas una serie de cuestiones que nos entretienen actualmente por España, y que apuntan, en todo caso, a la combinación de la tríada Ciudad + Identidad y Comunicación, poniéndonos en la pista de algunas ciudades y territorios que, como los personajes de Pirandello, parecen andar buscando un autor que las defina y llene de contenido.

En las próximas líneas, y partiendo de una experiencia local y completando ampliamente el relato que hace unos días publiqué sobre algunas iniciativas impulsadas por el Gobierno de la ciudad de Madrid en relación con el urbanismo y la participación, trataré de formular una serie de reflexiones de alcance global, atendiendo la forma en que las Ciudades idean, proyectan y transmiten su imagen, relato y propiedades, tratando de significarse en el colorista y despiadado escenario de la competición universal entre territorios.

Si durante los años 80 del pasado siglo XX Madrid se situó en el imaginario colectivo de una España que bostezaba, tras décadas de autarquía cultural y dictadura, como una capital abierta, tolerante, creativa y algo irreverente e innovadora (fueron los años de la denominada «Movida Madrileña» coincidentes con el mandato del Alcalde Enrique Tierno Galvañ al que tantos han tratado de emular en su inteligente utilización de la comunicación política e institucional), durante los años 90 y primera década del siglo XXI, la capital española pareció perder cierto rumbo estratégico a la vez que descuidaba su estima e identidad, desdibujando su relato como capital tractora, desorientada, tal vez, por los desafíos de escala planetaria a los que se sumó (la tozuda y frustrada carrera por ser sede de los Juegos Olímpicos, entre otros),  por incurrir en una suerte de natural abandono a la inercia de su reputación como ‘Ciudad que nunca duerme’ o por dejarse atrapar en el cliché de capital de la burocracia, enjambre gris de oficinas administrativas o, acaso, en el de lugar para el consumo masivo y solaz temporal de la legión de turistas que la visitan, seducidos por los reclamos de lo castizo, las ofertas de los grandes almacenes y los musicales y teatros de la Gran Vía.

El caso es que Madrid, siendo todo esto y algo más, y aún manteniendo una serie de atributos que apuntan a los rasgos esenciales de su identidad, ha tratado en los últimos años, haciendo gala de un desapasionado impulso y, acaso, cumpliendo un deber formal no escrito que le correspondería como capital del país,  de buscar su voz y lugar entre las Ciudades que pretenden ganar peso, permanecer e influir en el teatro urbano global, invirtiendo, con desigual fortuna, escasa reflexión estratégica y pocos resultados, ingentes recursos en iniciativas y proyectos que pretendían situarla en el Olimpo de la innovación, el emprendedurismo, la creatividad etc. (obviamente, con notables excepciones).

El escaso éxito de este trabajo de años, a la luz de los resultados tangibles alcanzados y la negativa valoración y percepción global de la futilidad de este desempeño (medida en su irrelevancia en los ranking y clasificaciones más solventes de ciudades y territorios)  obligarían a una reflexión constructiva, colectiva y crítica sobre el rol y destino de esta capital europea, en un momento interesante para acometer este proceso. Este empeño, que corresponde formalmente a las instituciones pero que no puede acometerse sin la intervención comprometida de la sociedad civil y del sector privado, permanece todavía inédito en el presente ejercicio político en la capital española, no obstante las discretas escaramuzas, cargadas de iconografía, clara intencionalidad política,  y (creo) buena voluntad en las que ha incurrido la corporación madrileña, discretos experimentos en todo caso, torno a los cuales no ha faltado la polémica y el ruido.

En todo caso, acabando 2015, y aprovechando la profusión de noticias que, relacionadas con la imagen e identidad de Madrid, se han convertido en resonantes casus belli desde que la nueva corporación municipal asumiera el gobierno de la ciudad (una coalición de fuerzas progresistas y movimientos de base popular elegida en mayo de 2015),  detendré mi análisis sobre la ciudad abierta en la que estudié, me formé como profesional y con la que mantengo una longeva relación de respeto y estima, no obstante el desconcierto y decepción que eventualmente me provoca la inercia y desdén con la que la capital de España se proyecta hacia el mundo. No es cuestion exclusivamente de ideología o de política sino de estrategia, autoestima y relato.

En todo caso, que nadie se enfade; el recurso a la ciudad de Madrid en mi análisis obedece a una elección puramente ventajista y oportunista de quien esto escribe, acuciado por la falta de tiempo para la reflexión serena y la redacción y rendido al torrente de información que, sobre cuestiones que atañen a la forja de una nueva identidad para la capital española, que pretende alterar, acaso, el relato vigente sobre la naturaleza y sustancia de la ciudad.

Comencemos, pues.

boris johnson london by the guardian

1.-Nuevos yacimientos narrativos para las ciudades: los minerales de la modernidad urbana.

Dice un buen amigo que la Innovación es a las Ciudades lo que fue el ‘grunge’ de los años 90 para una legión de urbanitas treintañeros desconcertados: una tabla de salvación identitaria que, a base de camisas de cuadros y botas con cordones, les permitió sentirse cool/modernos de nuevo, aunque no supieran tararear ni una canción de Pearl Jam o Savage Garden.

Tal vez mi amigo ande en lo cierto y muchas ciudades y gobiernos municipales, a falta de otras ideas, recursos o estrategia, hayan encontrado en la Innovación un cómodo refugio semántico que les proporciona un salvoconducto  al futuro, no obstante la frecuente adopción acrítica del relato innovador y la lacerante impostura con la que algunos territorios se despachan por ferias, foros y Expos.

Y es que, en el caso de las ciudades, y aun conociendo las intenciones de quienes lo invocan, el epíteto innovador ha adquirido tintes polisémicos que lo hacen a veces difícilmente inteligible y/o sonoramente artificial, cuando no manifiestamente etéreo o espiritual. De cualquier modo, últimamente parece que las ciudades que se autodenominan más innovadoras son las que mejor proyectan su imagen global, transmitiendo mensajes, valores y argumentos que, de la mano del ejercicio de un liderazgo que se nos presenta como ultra-contemporáneo, resultan fácilmente encajables en el imaginario colectivo universal, que les reconoce una serie de propiedades y atributos virtuosos que las diferencian del resto de ciudades y territorios.

En todo caso, en un contexto en el que las barreras para la acción internacional han ido desapareciendo, y en el que las relaciones globales empiezan a reconducirse por ámbitos complementarios a los del tradicional monopolio de la diplomacia ejercida por los estados-nación, las ciudades, elevadas por méritos particulares y colectivos (la acción organizada en red) al Olimpo de actores que definen la agenda universal de la gobernanza, se han convertido en espacios cada vez más relevantes para la acción política y la comunicación gubernamental, que adquieren unas dimensiones y matices singulares cuando se proyectan en clave urbana, resultando especialmente relevantes cuando se incardinan en relatos que preconizan la innovación y la transformación disruptiva de un mundo de ciudades en permanente movimiento y competición.

Animados por este impulso de conquista de relevancia universal de las ciudades, desde hace ya algún tiempo asistimos a un tiempo a un interesante proceso, desde el punto de vista de la comunicación política e institucional (que resulta más evidente en los ámbitos municipales pero que, por elevación, bien podría predicarse de otras esferas del gobierno y la acción de poder) que nos muestra una consolidación de las fuerzas de proyección del relato de las Ciudades que se dicen más vanguardistas a través de atributos e iconos vinculados a los nuevos trends de la innovación urbana (Smart City, Economía Circular, Resiliencia o la sobadísima Sharing Economy, por citar algunas) y que están ayudando a conformar una nueva gramática de la comunicación institucional y política al servicio de la estrategia de las ciudades y que, en ocasiones (aunque no siempre) contribuyen a reconsiderar los activos intangibles que se proyectan del municipio .

1487997_722588404420728_1899933439_oEsta nueva lingua franca de la innovación urbana, que se recrea y reinventa de manera permanente a través de la interacción (fundamentalmente digital) de múltiples actores y stakeholders y que se proyecta como un vector de dinamización del marketing de ciudad y el city branding, está abarcando espacios crecientes del espectro semántico de lo que entendemos por Ciudad y ha terminado por desplazar a otros conceptos y etiquetas que, por obra y arte de una suerte de obsolescencia narrativa programada, han entrado en franca decadencia de relato (quien recurre hoy al relato de lo Cibernético, por ejemplo).

Por poner un ejemplo, si el la modesta Swansea (239.000 habitantes/25ª Ciudad del Reino Unido por tamaño), por ejemplo, decidió atribuirse estratégicamente hace unos meses la condición de “City of Innovation” pese a no constar en ninguno de los recurrentes (y nada inocentes, añadiría) rankings que ordenan a las ciudades en esta carrera global, lo hizo apropiándose, sin complejos, del campo semántico de la Innovación, y en clara competición con capitales más aptas, a priori, para detentar el título (como Londres, por citar una de muchas) aunque ello implicase tratar de escamotear y reinterpretar un pasado de modesto enclave urbano situado en la apacible y tradicional región de Gales.

De cualquier modo, este nuevo paradigma de la comunicación política e institucional, trasunto de un emergente y seductor liderazgo urbano, ha logrado explotar, como si de fértiles vetas se tratase, estos nuevos minerales que conforman la modernidad y el progreso, extendiendo sus tentáculos más allá del plano semántico y de mensaje para conquistar los canales y códigos por las que éstos se declinan.

LwWmvvVCEn este sentido, y más allá del mensaje y su significado, en una época como la actual de sobreinformación y déficits de atención permanente, de florecimiento de un corpus de saberes híper-pragmáticos y funcionales vinculados a nuevas herramientas y aplicaciones virtuales (que nos enseñan, por ejemplo, a ganar seguidores, a ser más relevantes en redes digitales profesionales o a consolidar (maquillar) nuestra marca personal no obstante nuestro indeleble cursus honorum vital) y en la que una legión de expertos de lo útil en permanente impostura está desplazando a quienes en nuestras sociedades considerábamos sabios y cultivados (“tenía un océano de conocimiento, pero de un centímetro de profundidad”, me dijo una vez un buen amigo de un nuevo Pericles del municipalismo al que conoció en un Congreso), las Ciudades, y con ellas los gobiernos y líderes urbanos, están comprendiendo que la Innovación y el compromiso con la vanguardia territorial se declinan, también a través de nuevos canales y bajo nuevos códigos comunicacionales, que permiten llegar de manera más efectiva y segmentada a una audiencia en permanente estado de escucha que ya no obedece a las restricciones físicas del código postal, el padrón vecinal o el censo electoral para manifestar interés en las cuestiones que jalonan las agendas municipales sino que se ubica en los rincones más insospechados de la galaxia digital, dispuesta a interactuar al primer golpe de tuit.

Así, si en el (no pocas veces recalcitrante) imaginario colectivo del nuevo emprendedurismo digital, por poner un ejemplo, la compartición en redes sociales de una foto de una pared llena de post-it de colores pretende evocar inmediatamente conceptos como la creatividad, la comunidad y el buen rollo (además de una merienda), la utilización acrítica de nuevos canales de comunicación institucional y política por las Ciudades (redes sociales, herramientas digitales, ) y la permanente invocación de estos nuevos minerales de la modernidad asociados a la vida urbana se han convertido en un recurso argumental generalizado y creciente que amenaza por neutralizar, por agotamiento, su significado y alcance.

color-e1396296095893Este proceso, que no es nuevo, ha implicado una creciente comoditización de los materiales con los que se compone los relatos que preconizan la modernidad urbana y su declinación en forma de argumentos fácilmente reproducibles en redes sociales, de la mano de la imposición de una cultura del #hashtag y la generación de un aparente (y de escaso recorrido) diálogo en redes sociales, marcado por la intermitencia y sobreactuación de los interlocutores y algunos lamentables episodios de políticos y líderes municipales que erraron en su estrategia de comunicación digital invocando relatos y propiedades para su persona y ciudades (que no son la misma cosa) incompatibles con la identidad del municipio. En su virtud, parecen imponerse nuevos vectores comunicacionales vinculados a la sostenibilidad, las Smart Cities, al Emprendedurismo, la nueva Economía Colaborativa, la Economía Naranja, la Economía Circular/ o la Fabricación Digital, o las “Ciudades Co-“ por citar algunos de los fundamentos del ejercicio de lo que he denominado nueva Diplomacia Urbana, y que busca impactar e influir en la agenda global proyectando una imagen e identidad de las ciudades que las significa de modo particular en el escenario coral de la nueva Gobernanza Global.

Madrid, como capital potencialmente relevante, ha coqueteado también, a su manera, con esta tendencia, aunque con éxito dispar, como veremos a continuación.

2.- ¿Los Experimentos con agua?: Madrid y los nuevos patrones de movilidad urbana.

Si hace unas semanas el Ayuntamiento de Madrid decidió celebrar el “Día Europeo sin coches (autos)” en la capital, cortando el tráfico rodado de la Gran Vía madrileña durante una jornada para uso y deleite de peatones y ciclistas y proyectando una imagen de esta arteria madrileña que algunos sólo recordarán en el film «Abre los Ojos» de Alejandro Amenábar , andamos ahora enredados con la polémica decisión del Gobierno municipal de activar el denominado ‘Escenario 2’ del «Protocolo de Medidas para Episodios de Alta Contaminación», que no es parte de un episodio de Star Trek sino una decisión de naturaleza gubernamental motivada por un dato objetivo que apunta a un incremento en la concentración de dióxido de nitrógeno (NO2) en el aire que respiran los madrileños, creando una nube de smog fácilmente perceptible, por otro lado, si se levanta la vista hacia el horizonte de la capital española.

La medida, que se apoya en un plan de acción ambiental aprobado por la corporación municipal anterior y cuya intención confesa es la de disminuir el riesgo para la salud de los ciudadanos, replicando experiencias de otras capitales europeas en relación con la restricción del tráfico rodado, ha sido acogida con una fuerte polémica por los commuters y habitantes de las zonas centrales de la capital (además de por una legión de opinadores que ni residen, ni trabajan ni votan en la capital), especialmente sensibles con las consecuencias prácticas de esta decisión, que obliga, por un lado, a reducir hasta los 70 kilómetros hora el límite de velocidad para circular por la M-30, principal vía de conexión del centro con las periferias de la ciudad y por otro, prohíbe el aparcamiento para los vehículos no residentes en la zona central de Madrid, de unas dimensiones considerables, y que acoge una parte significativa de los centros de trabajo públicos y privados de la capital de España.

En lo que interesa a nuestro análisis, la decisión de restringir el tráfico –que parece obedecer a criterios puramente objetivos/la frialdad de los datos de concentración de NO2 en la capital de España – ha sido objeto de fuertes críticas no sólo por las consecuencias prácticas descritas anteriormente sino, especialmente, por atribuirse a la Alcaldesa del municipio (Manuela Carmena) y a su equipo de gobierno, el pecado de la ligereza e imprevisión en la ejecución de la medida, y lo que es peor, un vicio de doble impostura, pues por un lado se les censura la intencionada voluntad de emular, como por arte de ensalmo, decisiones políticas, que incidiendo sobre los hábitos de cotidianos de muchos ciudadanos, han sido desarrolladas en otras capitales más preparadas para ello en términos infraestructurales y culturales (como puede ser París) y por otro se les afea un presunto afán de notoriedad y relevancia (‘salid a contarlo’) además de una caótica manifestación de las intenciones y eventuales virtudes de la medida, con una puesta en escena en términos de comunicación política que podríamos calificar, sin acritud alguna, de manifiestamente mejorable.

En el fondo parece evidente, tras escuchar el rosario de declaraciones políticas vertidas a los medios durante estos días, (y otras complementarias, excelentes ocurrencias para un titular) que la justificación de la decisión de restringir el tráfico rodado en Madrid, más allá de ser consecuencia automática y cautelar de la aplicación de una serie de medidas técnicas (que sólo los técnicos saben explicar y entender), se ha revestido de una manifiesta voluntad de la propia Alcaldesa de poner de manifiesto la necesidad de la capital española de ganar espacio y relato dentro del dinámico grupo de ciudades mundiales que lideran la denominada “Climate Action” o acción municipal contra el cambio climático, alineando a Madrid – con un discurso que se presenta como propio y característico de su Soft-Power y al que se ve urgida por el entorno – con las acciones y decisiones de otros territorios tradicionalmente más activos en este campo de la conciencia ambiental y que estos días pretenden hacer resonar su voz en el enorme parlamento global de la COP21 parisina.

En todo caso, el deseo de un Madrid 100% sostenible ha empujado al Ayuntamiento capitalino a incorporar este compromiso con la sostenibilidad global como parte esencial del nuevo relato que se busca para la Ciudad y sustento de su estrategia de Poder Blando (traté el concepto de Soft-Power extensamente aquí), tras unos años (demasiados, me atrevería a decir) en los que la urbe castellana, sumida en la melancolía institucional provocada por la pertinaz indiferencia del COI de reconocerle méritos para ser capital olímpica o bien se olvidó de forjarlo o cuidarlo o bien, careció de él, en claro contraste con otras capitales europeas que, partiendo de estrategias y reflexiones frecuentemente solventes, abrazaron con interés el arte del storytelling urbano y la nueva diplomacia de ciudad, buscando erigirse en territorios idóneos para la innovación (París), el emprendedurismo (Amsterdam), la inteligencia urbana (Barcelona), la nueva economía colaborativa (Seúl) o el enfoque low carbon (Copenhangen), por citar algunos de los etéreos vectores comunicacionales que marcan el discurso de las ciudades con vocación global.

En otro orden de cosas, pero con evidente incidencia sobre los activos intangibles que identifican a Madrid en el coro universal de voces urbanas y ayudan a configurar su percepción global, parece que Madrid pretende subrayar una estrategia de ciudad abierta a la participación ciudadana en diversas iniciativas que afectan al gobierno municipal y a la toma de decisiones sobre espacios y usos de la ciudad, como derivada de su nuevo relato de ciudad, y todo ello no obstante la insólita ausencia de la capital (o de sus representantes y potenciales embajadores) / la irrelevancia de su participación en algunos de los eventos y convocatorias más adecuadas para el ejercicio de este nuevo enfoque de ciudad abierta a la innovación en sus procesos y comprometida con las redes de intercambio de conocimiento y experiencias, que pueden deberse a la juventud del mandato de la Corporación Carmena (desde luego, y por citar un ejemplo reciente, su presencia en el Smart City Expo World Congress 2015 , del que acabo de regresar, ha tendido a cero, por usar una metáfora matemática).

ecuacion urbana 

3.- De asientos públicos, certámenes y gay-parades: Madrid busca su Soft-Power.

En cualquier caso, leía hace unos días con interés (en redes sociales y medios de comunicación digital que el Área de Desarrollo Urbano Sostenible del Ayuntamiento de Madrid ha lanzado una iniciativa en la que se invita a la ciudadanía a presentar sus propuestas para sustituir los asientos individuales en los espacios públicos e instalar otros que sean del gusto de los madrileños (sic) y que se convierta, por razones de diseño, funcionalidad y (parece que), reputacionales, en un banco que pueda llegar a representar a Madrid en el mundo, para orgullo de sus habitantes, activando recursos e imaginarios que apuntan a la participación pública, la inteligencia colectiva y la innovación social como vectores ultra-vanguardistas de comunicación y difusión del proyecto.

Finalmente, y por incorporar otro elemento de juicio sobre las evidentes intenciones de la nueva corporación municipal de explorar nuevos yacimientos y dimensiones narrativas para la Ciudad de Madrid, cabe apuntar a otras iniciativas y sucedidos que afectan a la capital española, y que apuntan, igualmente, a la forma en que se está comunicando, desde la oficialidad y la institucionalidad (por menguante que esta pueda parecer en alguna de las iniciativas) la imagen de Madrid y los componentes de su Soft-Power de Ciudad. Para ello, debemos acudir a las hemerotecas digitales, recabando unque lejos aun del liderazgo del resulta interesante la declaración de la Alcaldesa Sra, Carmena de proyectar al mundo el “Madrid de la libertad, de la diversidad y del desarrollo”, realizada en el marco de la explicación a los medios de comunicación de su intención de que la Fiesta del Orgullo Gay que se celebra en la capital fuese para Madrid como la celebración de San Isidro, patrón de la ciudad, confrontando una dimensión de un Madrid espiritual y tradicional con otro que no lo parece tanto y parece disputar a otras capitales como Berlín su reinado indiscutible en este ámbito.

Me siento identificada con ese Madrid y haré todo lo posible para que esas fiestas sean lo mejor», señaló Carmena en referencia a los actos del Orgullo Gay, indicando que le gustaría que esta fiesta acabara «encuadrándose en la historia de Madrid”. Más allá de la eventual proyección histórica de estas acciones –faltan en este momento la proyección y serenidad para valorarlo- habrá, en todo caso, tiempo de evaluar el alcance y resultados de estas medidas (y de analizarlas con algo más de detalle en este artículo), pero su adopción y consiguiente polémica nos llevan a formularnos una doble pregunta que trataremos de responder en este artículo.

En primer lugar, la cuestión sobre si la acción de gobierno de la capital española –tomada como ejemplo útil para nuestro estudio, pero sustituible conceptualmente por otras ciudades y territorios que comparten problemas y eventual diagnóstico- y más allá de las medidas adoptadas en los primeros 100 días de gobierno de la nueva corporación, se inserta en una verdadera Estrategia de 360º para la ciudad (abarcando no sólo la gestión de los servicios e infraestructuras sino también la comunicación política y la vocación de relevancia global de la capital).

En segundo lugar, y si, la anterior pregunta puede ser respondida de modo afirmativo, la reflexión sobre si la ciudad de Madrid, que ha mantenido un perfil bajo (con excepciones puntuales) en términos de Diplomacia Urbana (cómodamente instalada en el relato más tradicional de sus atributos) está empezando a ejercer una suerte de nuevo Soft-Power madrileño, de Poder Blando como capital, empezando a desplegar una serie valores de naturaleza intangible que inciden en la reputación y percepción global de Madrid como capital fácilmente distinguible en la constelación de ciudades que están empezando a marcar la agenda de la gobernanza mundial.

4.- Madrid, Città Aperta.-

Fue Roberto Rossellini, quien, profundizando en la revolución estética y argumental del cine neorrealista italiano, nos presentó, en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, una imagen de la ciudad de Roma desprovista de los adornos y embellecimientos con los que solía ser presentada la capital italiana en el cine más benévolo de la época, oponiéndonos un relato de una vida dura, miserable y auténtica en una ciudad inhóspita y maltratada por la ocupación nazi, consagrado en la excepcional cinta Roma Città Aperta, que ayudó a modelar – a fuerza de realismo- un imaginario político de la Italia del dopoguerra que fue compartido por comunistas, demócratas cristianos y socialistas.

Desde luego, las circunstancias y retos a los que se enfrentaba la espléndida Ana Magnani por las desgarradas calles de aquella Roma ignominiosa nada tienen que ver con los que encuentran los madrileños de la segunda década del siglo XXI, pese al impacto de la crisis económica sobre una parte de la población y la excesiva verbosidad con la que se describe la realidad de la capital de España. En todo caso, este contexto no ha impedido que, la nueva corporación municipal surgida de las elecciones de junio de 2015 – más en clave de repercusión interna que en una dimensión de impacto global – haya pretendido, incurriendo en el inevitable vicio de la melancolía y la tabula rasa al que no han sido ajenas otras corporaciones electas (sin distinción ideológica), proyectar, al menos en las primeras semanas del mandato municipal del nuevo gobierno, un escenario de urgencia y contingencia que obligaba a una acción política determinada y resuelta, huyendo, al menos desde el punto de vista de la formalidad comunicacional, del pensamiento estratégico y de la reflexió identitaria (aunque, en esto, como en casi todas las cuestiones que atienden a la política, cabe marcar matices).

En su virtud, si otras ciudades impulsan su nuevo storytelling sobre vectores comunicacionales vinculados a la sostenibilidad (Copenhague, Vancouver, Oslo) al despliegue de tecnología y las Smart Cities (Santander,Amsterdam, Viena), al emprendedurismo (Tel-Aviv) o la aspiración de convertirse en capitales de la nueva Economía Colaborativa (Seúl) Madrid, que como todas estas capitales no ha renunciado a desarrollar algunas acciones vinculadas a estos nuevos relatos en los que se declina la nueva modernidad urbana, estaría en disposición de consolidar las bases de un nuevo paradigma narrativo de ciudad, desplegando los fundamentos para el ejercicio de una nueva Diplomacia Urbana.

En todo caso, y como analizaremos más adelante, si tomamos el texto de la convocatoria para el diseño colectivo de los bancos madrileños, no tendremos duda sobre la búsqueda de una intención reputacional e identitaria de consolidar a Madrid como “Ciudad de Convivencia”, en un empeño colectivo que une a vecinos y amigos en una historia de esfuerzo comunitario que ha de reforzar, en principio, el sentimiento de pertenencia a la capital española: “El diseño del mobiliario urbano influye de forma decisiva en la forma en que vivimos y convivimos con y en el espacio público; con nuestros vecinos, amigos, etc. Los bancos, su disposición, su forma, su ergonomía, pueden ayudarnos a construir una ciudad para convivir y compartir. Madrid es una ciudad de convivencia, una ciudad para compartir. Ahora mismo, sus bancos tienen diseños y formatos diversos que muchas veces no fomentan la vida en común”.

 

5.- Gobernar el tiempo real: el fin del pensamiento estratégico y la deconstrucción de la acción de gobierno como presupuesto de la acción de comunicación política municipal.

La relevancia y debate en torno a esta suerte de medidas revela que la capital de España ha despertado de su letargo, y con ella, las polémicas y escaramuzas que acompañan a toda gestión que se presenta a priori como netamente disruptiva, al margen de la indulgencia que cualquier ciudadano con una opinión propia pueda aplicar a una gestión azarosamente atropellada de la comunicación política e institucional por parte del Ayuntamiento madrileño.

En este sentido, habrá quien diga que el ‘fin de la siesta’ madrileña lo es para gloria de una ciudad que ha venido ocupando recientemente un papel secundario en la Liga de Ciudades Globales (con notables excepciones), superada –por falta de interés, presupuesto y relato- por otras capitales y Gobiernos que sí tuvieron la pulsión por desarrollar una estrategia de influencia urbana universal y el acierto de llevarla a cabo con la complicidad e interés de la ciudadanía y marcando determinados hitos en materia de comunicación y relevancia siempre rentables para sus intereses y esfuerzos.

Frente a quienes sustenten esta visión laudatoria del despertar de la ciudad de Madrid – basada en un ramillete de decisiones que glosaremos en este artículo, como síntomas de este compromiso transformador- siempre habrá quienes apunten a que el supuesto fin del letargo madrileño no es más que la manifestación espasmódica de una acción gubernamental sin rumbo ni estrategia, marcada a golpe de ocurrencia departamental y con un ojo permanentemente puesto en la agenda de comunicación, especialmente aquella de corte digital.

Preguntado en una ocasión por la incidencia de la incidencia de las redes sociales e Internet en la agenda de gobierno de una mega-capital, el célebre ex Alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg apuntó que a él le resultaba imposible gobernar para los próximos 5 minutos, (y cambiando de agenda política cada 5 minutos, añadiría yo), tiempo medio de duración de un hashtag (etiqueta) en la red social Twitter. En este sentido, la consolidada percepción de la vigencia de una dictadura del ‘tiempo real’, impulsada por los timelines y muros de las redes sociales y la sensación de creciente vulnerabilidad para los mandatarios y sus equipos provocada por la aparente sensación de vigilancia infatigable de lo público (un ojo que todo lo ve que haría sonrojar al de Mordor por irrelevante y al que el Comunicador Antoni Gutiérrez-Rubí ha denominado gráficamente “Política Vigilada” está condicionando de manera efectiva, y no siempre para bien, los ámbitos de la política, con efectos altamente distorsionadores sobre los procesos y tiempos de la toma de decisiones municipales, que si bien en no pocas ocasiones se vuelven aparentemente más democráticos y transparentes (ejercicio muy saludable), pueden provocar en los gestores públicos un mix de sensaciones entre aquello que se denominó “parálisis por análisis” y el tradicional miedo escénico de quienes se enfrentan a una audiencia informada, escéptica y crecientemente decepcionada.

Esta hipersensibilidad de la nueva política municipal, aumentada en sus síntomas por el singular tempo impuesto por la esfera de interacción digital y la multiplicación en ésta de las arenas de discusión e interés más allá de los tradicionales escenarios marcados por la pertenencia a un código postal, a un padrón de habitantes o a un censo electoral (cualquier decisión de gobierno, conocida y canalizada a través de Internet, puede generar el movimiento de un ala de mariposa que provoque una reacción global frente a aquélla) está forzando a determinados Ayuntamientos a priorizar estrategias que atienden, por un lado, a atender lo urgente por encima de lo importante (pues no siempre ambos planos coinciden) y, al menos en los planos de comunicación institucional de la gestión pública, a priorizar la provisión de medidas de gobierno que inciden sobre aspectos fácilmente transmisibles a la audiencia global y paquetizables a través de los nuevos canales de información, empobreciendo acción de gobierno.

En este sentido, cuando los gobiernos, tal vez por torpeza y falta de hábito y entrenamiento, tal vez por incapacidad de adaptación al nuevo medio y cierta erosión del liderazgo, se ven abocados, en primer lugar, a gestionar de manera creciente las instituciones a golpe de contingencia vigilada forzando y a la provisión de resultados cuasi-inmediatos en relación con las peticiones unívocamente cursadas hacia los ámbitos de gobierno por los ciudadanos (no necesariamente residentes ni electores), con objeto de evitar la decepción, el desinterés y el desencanto institucional de los nuevos moradores digitales de nuestras ciudades.

20151031_101906~2~2Por otro lado, esta gobernanza contingente e hipersensible obliga a quienes detentan el poder a dedicar tantos esfuerzos a la explicación y comunicación eficiente de los argumentos y relatos que sustentan una determinada decisión política como los que destinan a la ideación y alumbramiento de esta medida pública, en un escenario de ruidos corales en el que comunicación pública termina por instrumentalizarse y en el que el objetivo fundamental de la medida pública –con incidencia sobre los ciudadanos- queda oscurecido por un debate cacofónico que prima el deleite en los detalles frente a la sustantividad. Quizá por esta razón, el sometimiento a una cierta auto-disciplina en materia de transparencia y rendición de cuentas de quienes gestionan ciudades de todos los tamaños (y Madrid es tomada aquí como un ejemplo más entre aquéllas) está obligando a los gestores públicos a una transmisión incesante de información hacia el usuario/ciudadano que sustente, en tiempo real, las distintas decisiones públicas que se adopten, por irrelevantes en términos de acción global de gobierno que aquellas puedan resultar, con objeto de saciar –en puros términos de pragmática apariencia- el apetito de las bocas que reclaman el maná informativo ¿Implica ello una mejora cualitativa de la democracia?

Por ello, y frente a quienes defendían tradicionalmente la viabilidad de un pensamiento estratégico al servicio de un programa de gobierno, la nueva gestión política y la comunicación gubernamental, sometidas, al menos aparentemente, a un régimen de evaluación permanente y coral amplificado por la estructura reticular de los entornos digitales, pasan a analizarse, interpretarse y discutirse no ya en su totalidad semántica sino como si de un agregado de unidades deconstruidas se tratase, troceándolas en fragmentos mínimos cargados de significado político que resultan fácilmente intercambiables y opinables en redes sociales y caracterizables por un #hashtag o etiqueta en aquellas.

Se trataría, retorciendo metafóricamente en este blog (invoco ya el perdón de los expertos) las leyes de la Gramática y la Semiótica en el campo de la gobernanza, de la consolidación de una Política de los Monemas, entendidos aquéllos como unidades mínimas de significado de la lengua.

 

6.- ¿Iconoclastia, indiferencia por el relato o nueva estrategia comunicacional de la capital española?

En todo caso, y retomando el hilo de las iniciativas descritas más arriba como testimonio de este nuevo relato de Madrid que pretende colonizar todo el campo semántico del nuevo Soft-Power de la capital, centraremos nuestra atención en el proyecto sustitución de los asientos individuales en los espacios públicos e instalar otros que sean del gusto de los madrileños (sic) y que se convierta, por razones de diseño, funcionalidad y (parece que), reputacionales, en un banco que pueda llegar a representar a Madrid en el mundo.

En el fondo, y como veremos más adelante, el Ayuntamiento madrileño, cuya Junta de Gobierno (de corte progresista, no obstante lo polisémico del término) está liderada por la Alcaldesa Manuela Carmena y que asumió el poder en junio de 2015 tras una serie de gobiernos conservadores, ha decidido sustituir 500 bancos (asientos) del municipio (tanto los individuales dispersos por la capital española como aquellos otros de uso colectivo tildados de bancos antimendigos por incorporar una barra transversal que impiden tumbarse en los mismos) haciendo (en principio) un llamamiento a la participación ciudadana en el proceso (mediada, como veremos a continuación), y abriendo un interesante debate sobre la función, usos y aprovechamiento de los espacios públicos de la capital española, en línea con otros procesos de reflexión urbana (con intensidades ideológicas diversas) que se están desarrollando de manera contemporánea en distintas ciudades europeas y americanas.

IMG_20150521_203649En todo caso, la noticia de la sustitución de bancadas públicas, que probablemente resulte escasamente relevante en términos informativos dado el ruido que nos acompaña en el país durante estos días, y que no dejaría de constituir un pequeño deleite para incondicionales del show business de la renovada política municipal española, o aun, un aperitivo para bases electorales hambrientas de acción en un contexto marcado por la frugalidad del menú de iniciativas políticas de los Ayuntamientos en tiempos de estrecheces presupuestarias, cobra, a mi juicio, especial interés en relación con sus derivadas en los ámbitos de la comunicación política, el (permanente) debate sobre el modelo de ciudad, la colaboración ¿horizontal? Entre los diversos actores urbanos en su planificación y la correcta/incorrecta gestión del vector de la innovación municipal, siempre y cuando esta iniciativa madrileña se analice con cierto detenimiento, escasa pasión y algo de la natural desviación profesional hacia el urbanismo, los intangibles de la ciudad y la diplomacia urbana que caracterizan este espacio digital que aborda los 360º de la Ciudad.

Igualmente, el proyecto del Ayuntamiento madrileño resulta una excusa idónea para formular una serie de reflexiones sobre cuestiones que afectan a la Gobernanza de nuestras ciudades y a su diseño y planificación (en un momento en el que la gente parece haberse ido a vivir a las redes sociales), y todo ello a partir de un proyecto concreto de licitación pública que incidirá en la infraestructura y morfología urbana de Madrid, pero también, según apuntan sus impulsores con mayor fe que datos empíricos y detalle, en el ámbito de la participación pública, el debate sobre la identidad y el sentimiento de pertenencia ciudadanos y en las esferas de relevancia, notoriedad y marketing de la capital española, buscando extraer conclusiones que puedan ser aplicadas, eventualmente, a otras ciudades y territorios que transiten por escenarios parecidos.

Aunque el pliego del concurso público habla metafóricamente de la necesidad de crear una ‘gramática’ específica de construcción del espacio público de la ciudad no faltará quien, maliciosamente, pueda enmarcar esta decisión de la corporación madrileña, dirigida por la mediática Alcaldesa Manuela Carmena, en la fase natural de la iconoclastia que sucede a todo proceso post-electoral y que parece irremediablemente contagiar los primeros meses de acción de gobierno de toda corporación municipal que asume por vez primera el poder (sin distinciones ideológicas) y que obedece a razones de distanciamiento ideológico, a cierta puesta en escena en términos de comunicación política y en todo caso, a la expresa renuncia a los caudales hereditarios recibidos del pasado, condenando al ostracismo y el olvido a proyectos e iconos urbanos fácilmente identificables con la gestión de la corporación precedente.

7.- Damnatio Memoriae 2.0: la condena de la memoria en la era digital.

Esta fiebre iconoclasta, a la que pocos gobiernos surgidos de las urnas parecen ser ajenos, sin distinción de ideologías ni personalidades, constituiye una suerte de ejercicio contemporáneo de la Damnatio Memoriae inventada por los romanos, pero sabiamente reconducida a través de redes sociales, ruedas de prensa y formatos de microvídeo compartible.

En efecto, ya en la antigua Roma, tras el fallecimiento de un personaje relevante, era el Senado quien se aprestaba a emitir un senatusconsultum, que contenía un juicio póstumo sobre el finado y que podía oscilar entre la denominada Apotheosis, o divinización oficial del difunto (considerada la sentencia más positiva que podía emanar del senado, y que recibieron figuras como César, Augusto o Claudio y que implicaba la celebración de lujosos funerales en su honor y la erección de templos y dedicación de festividades) y la producción del juicio más nefasto que un romano pudiese recibir en vida o en muerte y que se conoce como Damnatio Memoriae o “condena de la memoria”, o «destrucción del recuerdo”, sentencia judicial post-mortem contra todo aquel personaje que tras su fallecimiento pasaba a ser considerado retroactivamente por los nuevos gobernantes como un enemigo del Estado.

La cosa se ponía realmente fea para el condenado cuando la consecuencia de esta damnatio memoriae se materializaba con el automático borrado de sus inscripciones en monumentos, con la decapitación o destrucción de las estatuas que de éste existían por los foros y espacios públicos de las ciudades de todo el Imperio, y cuando, no sin un enfoque dramático tan natural al pueblo romano, se llegaba a rasgar su rostro de las pinturas en las que estuviese presente, culminando el proceso con la retirada de la circulación las monedas acuñadas con su efigie, la supresión de los registros oficiales (anales) del recuerdo de su acción política e, incluso, hasta su propio nombre (abolitio nominis), en el camino hacia el olvido de su gestión pública.

Desde luego, la historia reciente del municipalismo nos presenta testimonios sustantivos de Apotheosis de gobernantes (proceso natural tras la reelección) y episodios lacerantes de Damnatio Memoriae del munícipe desalojado del Palacio de Gobierno municipal, repitiendo las maneras y proceder de los antiguos romanos, que en muchos de los casos, los ciudadanos, sea por comprensión, indiferencia o entretenimiento morboso y cainita, toleran a sus gobernantes, reeditando tradiciones desaparecidas un par de milenios atrás.

Los ejemplos, en todo caso, abundan en nuestras hemerotecas.

Sin embargo, y al margen de cuestiones ideológicas o de interpretaciones que apunten al uso instrumental y pragmático de la comunicación política (las dejaremos para los tertulianos de la legua y los francotiradores de las redes sociales) superada la fase natural de imperio de los iconoclastas en las corporaciones municipales y ejercida la damnatio memoriae, los gobiernos de las ciudades necesitan gobernar, proponiendo iniciativas que superen los estados temporales de indignación y melancolía, con propuestas que puedan generar ilusión entre la ciudadanía a la vez que marcan y esta de la sustitución de los bancos públicos/nuevo enfoque de uso de los espacios públicos obedece a esta realidad.

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8.- La Ciudad como escenario de la dimensión simbólica de la Comunicación Política.

Aunque no resulta siempre fácil encontrar una razón de simetría entre la producción de una serie de hechos o eventos de distinta intensidad y dramatismo que sacuden la vida de las ciudades y su correspondiente impacto sobre la toma de decisiones políticas municipales (parecería una cuestión que podría explicarse acudiendo a la teoría del “agenda setting” o la capacidad de los individuos y organizaciones de situar determinados temas en la agenda de la política y los medios de comunicación), lo cierto y verdad es que nuestras ciudades se han convertido en escenarios idóneos para el ejercicio de una dimensión puramente simbólica de la política, que algunos calificarán de sub-productos comunicacionales y alardes ideológicos, pero que cobran cuerpo y relato en su relación con la ciudad, entendida como un teatro vivo para la escaramuza partidista.

No hace falta evocar el uso que los romanos hicieron de la espectacularidad en la ciudad y sus repercusiones sobre la planificación urbana de sus urbes para subrayar esta clásica dimensión simbólica del poder en su relación con los espacios de las ciudades, después emulada por los gobiernos totalitarios de Mussolini, Stalin o acaso, de manera más espectacular, por Hitler en Nuremberg o con su frustrado proyecto de edificación de su capital universal Germania, junto a su arquitecto de cámara Albert Speer.

Igualmente, la edificación de Brasilia –una capital racionalista en plena selva brasileña que fue construida en 41 meses, de 1956 a 1960 bajo el proyecto de Lucio Acosta y Oscar Niemeyer nos da, igualmente, la medida y alcance de la dimensión simbólica del poder proyectada sobre la ciudad. En este sentido, la decisión política del Presidente Juscelino Kubistchek (que, por cierto, fue conocido como JK antes que su contemporáneo JFK) de edificar una nueva capital para Brasil, aunque obedeció formalmente a la necesidad histórica de reequilibrar territorialmente este extenso país marcadamente liderado por sus ciudades costeras, no escondía, en absoluto, la voluntad del mandatario brasileño, de proyectar, a través de la erección de una ciudad de nueva planta, diseñada bajo presupuestos utópicos y de abolición de la lucha de clases, el icono de un país moderno e igualitario, dueño de su propio destino. Sin embargo, aunque el empeño lecorbuseriano de Kubistchek, Acosta y Niemeyer se ha revelado incapaz de acabar con las tensiones sociales y económicas en un país de los más desiguales de América, lo cierto y verdad es que la construcción de Brasilia ayudó –como después sucediera con Putrajaya (Malaysia) o Islamabad (Pakistán) o Abuya (Nigeria) a proyectar hacia el mundo una imagen simbólica del emergente poder de estas potencias regionales, materializados en la forma y sustancia de sus capitales.

En todo caso, históricamente, y hasta nuestros días, encontramos multitud de ejemplos de utilización del espacio de la Ciudad como escenario de la dimensión simbólica de la Comunicación Política y del Poder, bajo criterios y fundamentos que acomodándose al ritmo de los tiempos, cambian con la evolución de las sociedades, transformaciones más evidentes en regímenes políticos de naturaleza democrática.

Sin ir más lejos, hace unas semanas, y a raíz de los crecientes disturbios raciales y las estériles polémicas sobre el uso de la bandera confederada en los EEUU, el Alcalde de Nueva Orleans propuso retirar todos los monumento erigidos, hace más de un siglo, a los líderes del movimiento Confederado de la Guerra Civil Americana (entre otros, el célebre General Lee) por considerarlos símbolos de la supremacía racial blanca, que no se corresponden con la imagen de Nueva Orleans como “place where we celebrate life, liberty and the pursuit of happiness, not death, war and slavery”, generando una considerable polémica con quienes se oponen a tal medida.

mussolini architettoDel mismo modo, y por citar algún ejemplo más, el diseño de las ciudades americanas tras la conquista española, con la característica Plaza de Armas presidida por las instituciones religiosas y de gobierno importadas desde la metrópoli obedecía, sin duda, a un ejercicio de esta dimensión simbólica del poder de los conquistadores, cuya morfología ha perdurado hasta nuestra época, si bien, hoy, nadie en su sano juicio reivindicaría el campo semántico asociado a este particular diseño de los espacios públicos del continente sur y centro americano, poblados por sociedades muy distintas a aquellas que los vieron nacer. Esta realidad no ha impedido la consecución de determinadas iniciativas para ejercitar una suerte de damnatio memoriae contemporánea de base urbana , que, al servicio de un relato fuertemente ideologizado y proyectando valores que se abren camino en las distintas sociedades, y especialmente en momentos de agitación y convulsión, ha buscado remover o destruir iconos vinculados al ejercicio del poder contingente, siendo ejemplos notables los que llevaron a la destrucción de las efigies del depuesto Saddam Hussein en Irak o la reducción a escombros de la estatua de Lenin en Kiev por manifestantes en la denominada revolución naranja en Ucrania en 2013 (no me atrevo a incluir en estos supuestos la acción sistemática de destrucción de iconos llevada a cabo por el denominado Ejército Islámico en nuestros días).

Igualmente, y en el marco de otras sociedades y continentes, y haciéndose eco de nuevos valores consolidados en el imaginario colectivo de nuestras sociedades, (en este caso, la reprobación de la corrupción política) el Ayuntamiento de Burriana, (municipio de la provincia de Castellón (España)), decidió recientemente retirar las placas de los edificios municipales en las que constan los nombres de políticos condenados por los Tribunales de Justicia Española, por más que el fallo de la sentencias condenatorias dictadas en los distintos procesos no obligase al Ayuntamiento a tomar medida alguna al respecto. Un supuesto de damnatio memoriae de libro, probablemente secundado por la mayoría de los vecinos de este pequeño municipio español.

En este sentido, y por alejar el foco de la capital española, identificando acciones equivalentes en otras latitudes, podremos discutir y polemizar hasta la llegada del Mardi Gras el nivel de ofensa para la comunidad de color de Nueva Orleans de estatuas confederadas que se yerguen pacíficamente desde 1885 en la ciudad, pero encontraremos menos argumentos para el disenso y la reacción si la decisión de actuar sobre la forma y sustancia de la ciudad y sus equipamientos se hace descansar, en medio de episodios de disturbios crecientes, en razones de interés general comunitario y apelando a la reputación e imagen proyectada y percibida de la ciudad.

En cualquier caso, y en el supuesto que nos ocupa, no escapa a los ojos del observador atento que la reciente propuesta de sustitución de los bancos del Ayuntamiento de Madrid no es la primera que combina elementos de una elemental e inocua damnatio memoriae con elementos de marcada comunicación política y ciertas dosis de iconoclastia low cost que tiene como escenario dramático a la capital de España, reproduciendo otras batallas simbólicas que se producen a diario en numerosas ciudades y capitales del mundo.

En efecto, una de las primeras iniciativas en este sentido que conocimos con incidencia en el teatro de la ciudad fue aquella que anunciaba la intención del nuevo gobierno de Madrid de sustituir el nombre de la Plaza dedicada a la Dama de Hierro, Margaret Thatcher (inaugurada en septiembre de 2014 por la anterior alcaldesa conservadora, Ana Botella) por otra que reconociese la labor del recientemente fallecido activista gay (y ex-Concejal del Ayuntamiento madrileño) Pedro Zerolo, si bien, finalmente, ambos personajes retuvieron sus plazas sin recurso a la damnatio memoriae urbana.

En cualquier caso, este “Madrid de la libertad, de la diversidad y del desarrollo”, que propugna la Alcaldesa Carmena declarando sus intenciones de equiparar la Fiesta del Orgullo Gay madrileño con la celebración de la festividad de San Isidro, patrón de la ciudad, y que está empezando aparentemente a abrir esferas de poder municipal a la acción ciudadana (el diseño y usos de la ciudad, metafóricamente proyectados en la convocatoria abierta para la sustitución de los bancos) y que osa con restringir el tráfico rodado de la capital, busca su sitio y relato en la constelación de ciudades que pugnan por resultar identificables, originales y atractivas, si bien este proceso funciona cuando al esfuerzo institucional se suma la acción comprometida de una ciudadanía motivada y fuertemente identificada con la ciudad y sus valores proyectados y cuando se mantiene cierta coherencia con la historia e identidad del municipio.

Aunque un banco no es más que un asiento de uso temporal (y difícilmente se podrá consolidar un relato coherente sobre esta unidad mínima semántica) el proyecto madrileño de sustituir 500 de ellos bajo el paraguas de la creatividad colectiva, incorpora algunos elementos dramáticos y una natural puesta en escena que permiten que alguien interesado en el diseño de las ciudades y en el modo en el que éstas comunican sus atributos y activos intangibles al mundo (como quien esto escribe), pueda detectar una oportunidad para la capital de España de recuperar, por la vía de iniciativas tácticas y de moderado compromiso presupuestario, un cierto protagonismo discursivo y un relato y voz propias en la carrera global de las ciudades por resultar relevantes e influyentes, con efectos tangibles y medibles sobre la reputación universal del territorio y la calidad de vida de sus habitantes.

Al margen de polémicas y titulares parece que el Ayuntamiento de Madrid, explotando la dimensión simbólica de sus intervenciones sobre el espacio de la ciudad intenta ahora (y se podrá estar de acuerdo o lo contrario) consolidar unos atributos propios de su Soft-Power como ciudad, que le ayuden a definir su carácter e influencia en un mundo de ciudades y territorios conectados, proyectando una imagen al mundo de la capital española que sin ser un quiromante, intuyo que apunta a valores como la tolerancia, la habitabilidad y la pluralidad como fundamentos de su nueva diplomacia urbana.

 

9.- El recurso a la Inteligencia y la Creatividad Colectivas: un menú para la Innovación Urbana.

Un análisis de la iniciativa de sustitución de las bancadas públicas en Madrid, que vertebra argumentalmente nuestro relato, apunta a diversas cuestiones que resultan, a priori, interesantes:

* Se trata de un concurso internacional de ideas abierto a la colaboración ciudadana. Si tanto predicamos la llegada de una nueva economía urbana marcada por la extensión de redes híper-locales de colaboración e intercambio, compartición de recursos ciudadanos y solidaridad ejercida en términos de proximidad, y las redes sociales y medios de comunicación han encontrado en la economía colaborativa/sharing economy un yacimiento para la ejemplificación de las nuevas virtudes urbanas, parece coherente que, en determinados ámbitos, y de manera progresiva, la voz de la ciudadanía pueda oírse dentro de los procesos de diseño de la ciudad, abriendo los espacios de decisión a la entrada de la inteligencia colectiva.

* Busca canalizar optimizar el proceso decisorio apelando al talento global, generando interés más allá de la arena híper-local. Hay municipios que, interpretando erróneamente el concepto de participación ciudadana, y atacados por lo que coloquialmente podríamos llamar ‘ataque de boina’ (que nadie se enfade), abren procesos de reflexión colectiva sobre determinadas cuestiones que atañen al diseño y gestión de las ciudades que, en el mejor de los casos (y no siempre es así) quedan reservados para determinados residentes de la ciudad, puesto que los canales de participación se articulan a través de instrumentos tan monolíticos e insuficientes como el censo electoral, que excluye (y aleja) a muchos stakeholders del proceso participativo, empobreciéndolo desde el momento de su diseño y planificación.

En todo caso, asistimos en nuestros días a una doble evolución de la materia prima de la Gobernanza, que incide fundamentalmente en los entornos de las ciudades, que se han convertido por múltiples razones en una suerte de playground para la experimentación política, especialmente relevante en el campo de la participación y la transparencia.

En efecto, la primera de estas cuestiones apunta a la consolidación de una suerte de vecindad digital ampliada a través de las redes sociales que obliga a entender que mis vecinos, mi audiencia y mis administrados (termino clásico del Derecho Público ciertamente revelador de cierto enfoque top-down de la gestión pública) no se organizan ya exclusivamente en torno a códigos postales/zip codes sino de manera creciente alrededor de hubs digitales y arenas difusas de interacción en redes glocales (la gente se ha ido a vivir a las redes sociales), ampliando de manera sorprendente el espectro de personas vinculadas sentimental y funcionalmente al devenir de las ciudades, con independencia de su lugar de residencia. El engagement ya no va por barrios sino que se viraliza en las redes sociales, y ello obliga a diseñar procesos pensando en una colectividad agazapada en los rincones del universo Internet.

Por otro lado, el creciente colapso de la intermediación (política, social, empresarial etc) y la irrupción de una generación de ciudadanos bien informados y dotados de armas de interacción y auto-organización masiva en sus bolsillos que les permiten armar y dar carta de naturaleza a numerosas iniciativas y procesos que inciden en la conformación de aquello que antaño se llamó opinión pública y que se articula al margen de los cauces tradicionales de participación en la vida pública, ha provocado que las agendas de la política y la comunicación se hayan vuelto cada vez más vulnerables y horizontales, generando redes y vectores de interés que caben en un hashtag.

Los gobernantes, y especialmente, quienes rigen las políticas municipales, sin renunciar a sus programas y al ejercicio de la acción de gobierno (marcada por la toma de decisiones responsables y la vigencia de la política) han de aprender a convivir con este ecosistema difuso de interacción híbrida digital-real con la ciudadanía, tratando de ajustar sus mensajes e iniciativas a esta nueva escala de participación no intermediada que combina elementos de proximidad con agendas globales de interés. El riesgo, en todo caso, existe y se caracteriza por tratar de gobernar la ciudad para los próximos 5 minutos, que es el tiempo medio de vigencia de una etiqueta en una red social. Habrá que seguir el proyecto madrileño para encuadrarlo en este eje de la ciudadanía digital ampliada + el fin de la intermediación.

* Adolece de cierta falta de visión 360º de las infraestructuras y equipamientos urbanos, ignorando que el espacio público se ha convertido en un escenario interactivo para la nueva sociabilidad urbana. En efecto, y ampliando el debate más allá del infalible comodín argumental de la participación del proceso, no acabo de apreciar (tal vez por falta de información) el convencionalismo y cierta inercia tipo “planificación urbana siglo XX” de las reflexiones implícitas en la convocatoria que ahora se publica sobre el espacio público de la ciudad, sus hitos e infraestructuras y los equipamientos que llevan aparejados, que parecen rehuir, más allá de su planteamiento formal, la consideración de una nueva sociabilidad urbana vigente en nuestras ciudades y que, intervenida por el factor tecnológico y la percepción mediada de la realidad a través de dispositivos y gadgets que vampirizan nuestra atención

Como he venido manteniendo desde hace tiempo, más allá del gadget, las métricas y las entrañas funcionales de gestión de procesos de la Ciudad (saneamiento, distribución eléctrica, recogida de residuos etc, cuestiones poco sexies, por cierto, desde el punto de vista de la comunicación) – defiendo que el diseño de nuestras ciudades, por pura coherencia con el entorno, y aplicando criterios absolutamente pragmáticos, debería sustentarse en un nuevo enfoque relacional de la Ciudad (Inteligente) y debería atender a los usos e interacción de usuarios/cosas/infraestructuras.

Esta nueva aproximación conceptual a los usos y moradores de la ciudad contemporánea, subraya la irrupción de una nueva sociabilidad urbana que caracteriza la vida actual de los ciudadanos en comunidades territoriales mixtas y difusas, fuertemente tecnologizadas y en las que los usos, modos y patrones de comportamiento, la alteridad y las relaciones con el propio medio urbano están cambiando de manera radical por la irrupción de dispositivos, nuevas mediaciones, interfaces personalizados y en todo caso, no pocas percepciones híbridas y aumentadas de la realidad (cuando no distorsionadas) y una pluralidad de identidades que obligan a pensar no sólo en los espacios públicos y las infraestructuras y equipamientos que los jalonan (unos simples bancos) como espacios de socialización física sino lugares para la alteridad y el diálogo digital, constituyendo hitos de una actividad deambulatoria urbana y colectiva que se desarrolla, de modo intermitente, y mediado por los distintos lugares por los que discurren unos Digizens fuertemente tecnologizados.

En este sentido, echo de menos en la convocatoria, una reflexión sobre conceptos como el UX, User Experience o la relación con tecnologías e infraestructuras (digitales) pre-existentes en la propia ciudad de Madrid, como el Wi-fi o la generación de hubs de súper-conectividad a Internet allí donde se ubiquen los bancos y asientos, para completar la experiencia del ciudadano y visitante.

* Invoca el Urbanismo y el diseño urbano como elementos del Soft-Power de la Ciudad.

Con esta iniciativa de sustitución de los asientos públicos de la ciudad de Madrid, resulta evidente que el Ayuntamiento propone diseñar (colectivamente) un modelo característico de banco para la ciudad siguiendo el ejemplo de Boston. «Allí tienen un banco típico. Es una pieza estudiada que es utilizada en la mayor parte de los espacios públicos», ha manifestado José María Ezquiaga, Decano de Colegio de Arquitectos de Madrid e impulsor, junto al Ayuntamiento, del proceso de creatividad identitaria abierta y colectiva.

IMG_20150502_123739En este sentido, hace unos días, coincidiendo con la noticia del lanzamiento de la iniciativa popular para sustituir las bancadas del municipio, la revista Yorokobu, que habitualmente encuentra un enfoque de certera originalidad para los temas que aborda y que ya dedicó un artículo meses atrás a la ominosa relación del municipio madrileño con los espacios públicos (“Madrid no es ciudad para bancos: un relato futurista sobre el mobiliario urbano”), , daba cuenta de que sólo en Madrid (que dispone de unos 73.000 bancos instalados en sus calles) podemos encontrar más de 100 tipos distintos de bancadas, lo que da idea, a priori, de la diversidad de espacios y tipologías urbanas que obligan a tal exhibición de variedad mobiliaria o (lo que puede ser más probable) de la ausencia (voluntaria o lo contrario) de unos criterios elementales en términos de diseño de espacios urbanos que pueda ser asociado con una identidad morfológica propia y unas características específicas que, agregadas, hagan reconocibles a estos lugares de la capital de España, diferenciándolos de los de otras ciudades.

Servidumbres de la marca-territorio lo llamarán algunos, aunque yo preferiría denominarlo simplemente, coherencia en términos de diseño, elemental cuidado por la estética y una derivada de la natural (e imprescindible) vocación de globalidad (en términos de trascendencia e influencia internacionales) que ha de caracterizar, al menos con carácter esencial, la acción de gobierno de toda capital que pretenda ser positivamente relevante en un mundo-red de ciudades en el que la originalidad y la autenticidad territoriales libran una cruenta batalla con las fuerzas de la uniformidad morfológica, los filtros embellecedores y la impostura urbanas, en pleno sarampión de lo que en algún lugar he denominado (sin ánimo de ofender) el Urbanismo de Instagram.

Lo que conocemos de la iniciativa madrileña, comparable en su alcance con otros impulsadas desde diversas capitales mundiales en distintos ámbitos del diseño urbano y la ocupación de los espacios públicos nos permite intuir una cierta vocación de trascendencia territorial y narrativa que debemos valorar de modo positivo, en línea con esta obligatoriedad no declarada, para los grandes players de la escena urbana mundial, de influir en el relato global y ejercitar su Soft-Power territorial.

En todo caso, esta vocación global, que afecta a muchos ámbitos de ejercicio del gobierno municipal (programas de inversiones, políticas industriales, estímulos fiscales y empresariales, turismo, políticas de empleo e internacionalización de activos e infraestructuras etc) incide, de manera especial en el campo de la (re) planificación urbana y el diseño de la ciudad (verdaderas palancas de transformación y dinamización comunitaria y reclamos para la inversión exterior).

Sin embargo, y de manera paradójica, el urbanismo de calidad, la optimización de usos urbanos y su reversibilidad adaptativa, la morfología funcional de los espacios públicos y su belleza, y en fin, el buen diseño territorial y sus capacidades de interacción con una ciudadanía cada vez más híper-conectada (interacción digital y real) no ocupan un lugar preferente en la agenda de la política municipal que se dice con vocación global, ni en los planes estratégicos de los municipios, pues parece que en muchos lugares el urbanismo cumple su función de mero proveedor masivo de recursos inmobiliarios, bajo estándares de pura funcionalidad y sometido exclusivamente a las leyes de un mercado especulativo que se ha revelado no pocas veces nefasto para nuestras ciudades.

IMG_20150420_094007En este sentido, y como planteé hace unos días en este artículo, defiendo que a la natural necesidad de gestionar de modo óptimo los recursos públicos y de atender las necesidades funcionales de la ciudadanía (que está en la base del buen gobierno de la cosa pública) , todo programa de actuación e iniciativa que incida sobre el espacio y relato (percibido) de cualquier ciudad promovido por los poderes públicos debería incorporar, siempre, y de modo inexcusable, al menos los 3 primeros mandamientos de lo que denomino Libro Blanco de la Diplomacia Urbana, en su derivada en el ámbito del diseño y la planificación urbana y que apunta a la necesidad de ser conocidos y reconocidos como ciudad (autenticidad relevante), la exigencia de generar un sincero compromiso ciudadano (engagement civicéntrico) y la vocación de potenciar el contagioso sentimiento de pertenencia identitaria al lugar (advocacy territorial).

Estos 3 elementos, que son la base de un eficiente programa de Embajada de la Ciudad basada en los activos intangibles del territorio (reputación, marca, identidad) y desarrollada mediante una estrategia multicanal y multiplicidad de actores (actores institucionales, ciudadanos, expatriados, influencers digitales etc), contribuyen, sin duda, a reforzar los componentes del Poder Blando/ Soft-Power del que hacen gala las Ciudades con vocación global en la arena internacional.

 

10.- Metáforas urbanas: elogio de la colectividad, condena de la individualidad y jerarquización de espacios ‘a la carte’.

Igualmente, y por si quedase alguna duda, en una época en la que los guiños y las complicidades dejaron de ser recursos asociados a la discreción política y han sido sustituidos por el gesto notorio y el ademán mediático (y su paquetización y comoditización previas a su viralización en redes sociales) basta escuchar a los impulsores de la iniciativa de sustitución de bancos públicos para comprobar cómo el Ayuntamiento madrileño pretende ir más allá acometer una mera operación simbólica de sustitución o adaptación de infraestructuras urbanas pre-existentes al esprit du temps actual.

En cualquier caso, parece que el proyecto de sustituir los bancos anti-mendigos y aquellos diseñados para su uso individual por la ciudadanía (banquetas), pretende constituir una piedra más del armazón de fábrica que apunta a un replanteamiento total de la organización de los espacios públicos madrileños y de la jerarquización de los usos que se producen los mismos, en sintonía con otras intenciones recientemente publicadas que apuntan a una progresiva Ayuntamiento que dirige Manuela Carmena de prohibición de circulación de vehículos de motor por el centro de la capital, en sintonía con las decisiones llevadas a efecto en otras capitales como París o Valencia.

En efecto, y sin constituir un reto para semióticos (tomo prestada la expresión de la periodista Imma Aguilar) hay todo un espacio para el relato político y la exhibición ideológica en la puesta en escena de la iniciativa, más evidente (por lo que no se dice de quien los instaló/la corporación anterior) en el supuesto de la postergación de los bancos antimendigos, aunque no menos jugosa en cuanto a la retirada de los bancos para uso individual que jalonan los espacios públicos del municipio.

Ha sido José Manuel Calvo, Concejal de Urbanismo de la ciudad, quien en su afán por defender la alternativa a los bancos unipersonales que se han popularizado en Madrid en los últimos años, y condenando el individualismo rampante (como el Barón de Italo Calvino) en el Madrid de la Alcaldesa saliente (Ana Botella) ha manifestado que «El espacio público son lugares donde se producen encuentros casuales y situaciones inesperadas. Venimos de un modelo urbano que responde al individualismo. A una burbuja especulativa basada en la expansión descontrolada del territorio. Se ha puesto tanto empeño en construir que se han abandonado los espacios colectivos”.

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Igualmente, y apelando a la espontaneidad y el libre albedrío, a los valores familiares y a un elemental benchmarking que denuesta toda suerte de ‘reglamentación deambulatoria por los espacios de la ciudad’, el Sr. Calvo no ha dudado en manifestar que «Fuera de España ganar espacio público para el ciudadano se considera una conquista. Necesitamos un modelo de banco que posibilite encuentros no reglamentados. Bancos donde puedan caber familias enteras. Necesitamos corregir el déficit de lugares de estancia», declaraciones plagadas de intencionalidad, mensajes en 140 caracteres y recursos narrativos (storytelling) tan natural en estos tiempos de comunicación política (des) intermediada.

En efecto, el texto de la convocatoria no deja lugar a la duda sobre la búsqueda de una intención reputacional/”Madrid Ciudad de Convivencia”, un empeño colectivo (vecinos, amigos) y el recurso a los nuevos lenguajes y enfoques comunicacionales (el concurso incorpora una etiqueta: #Bancosparacompartir en el Pliego de contratación, algo insólito, creo, en la historia del Derecho de Contratos Públicos español):

“El diseño del mobiliario urbano influye de forma decisiva en la forma en que vivimos y convivimos con y en el espacio público; con nuestros vecinos, amigos, etc. Los bancos, su disposición, su forma, su ergonomía, pueden ayudarnos a construir una ciudad para convivir y compartir. Madrid es una ciudad de convivencia, una ciudad para compartir. Ahora mismo, sus bancos tienen diseños y formatos diversos que muchas veces no fomentan la vida en común. Por eso, desde la Concejalía de Desarrollo Urbano Sostenible, proponemos este concurso para el diseño de los #Bancosparacompartir que merece nuestra ciudad como primer paso para la actualización de todo el mobiliario urbano”.

En todo caso, hay que calibrar el alcance exacto de la medida, para evitar conclusiones y generalizaciones apresuradas: teniendo en cuenta de que de las 73.000 unidades existentes únicamente se pretende sustituir unos 500 bancos en este proceso que ahora se publicita, el lector podrá convenir conmigo que en tiempos como los actuales en los que a las estrecheces presupuestarias municipales se une una vocación por convertir, en términos de comunicación política, cualquier detalle, por pequeño que sea, en una categoría cosmogónica, hasta los bancos de las ciudades, pensados para el descanso y la contemplación, se convierten en armas arrojadizas de ida y vuelta entre los actores de la política municipal, con cargo al presupuesto público.

Por otro lado, se nos ha revelado ahora las razones que hasta la fecha han impedido la instalación de espacios para la contemplación y el descanso en lugares tan concurridos y centrales en la vida diaria de la capital española como la Puerta del Sol (primera plaza española en disponer históricamente de alumbrado público eléctrico), que ha adquirido un carácter de icono polivalente doblemente apto (y lo considero un mérito) para acoger manifestaciones populares tan dispares como las celebraciones del Fin de Año o las acampadas del movimiento 15-M madrileño (al cual, por cierto, se le quiere dedicar una placa conmemorativa en la Puerta del Sol madrileña). En efecto, y apuntando a un patrón de decisión pública vigente y no escrito que llevó a considerar «a las personas que no circulan como sospechosos» y con el impulso de “un diseño de elementos urbanos enormemente crueles», el ya citado Decano de los Arquitectos de Madrid, José María Ezquiaga, (cuyas declaraciones hemos incorporado en cursiva) ha manifestado también que «la falta de bancos en Sol ha sido así porque los comerciantes se han opuesto en el pasado a ello». Es decir, que, la plaza más concurrida de la ciudad no tiene mobiliario público de calidad porque los dueños de las tiendas lo han decidido (de consuno con las corporaciones precedentes) por encima de los intereses del resto de ciudadanos.

Aunque sin llegar a los niveles de la Barcelona de los años 80 y 90 que impulsó, de la mano del deconstructivismo arquitectónico, el advenimiento de las denominadas “Plazas duras”, espacios comunes deshumanizados caracterizados por la ausencia de vegetación y la proliferación de cemento (tan naturalmente incompatibles con la percepción de Barcelona como ciudad mediterránea a escala humana), ni atesorar tantos espacios públicos ‘privatizados’ semi-vacantes y sometidos a control permanente por videocámaras como los que podemos encontrar en algunos lugares como la City de Londres (Vid) y que han dado lugar a una interesante literatura sobre los denominados “Privately owned public space (POPS)” , lo cierto y verdad es que Madrid no se ha caracterizado en los últimos tiempos por generar esos espacios compartidos de calidad urbana, tan necesarios siempre en las ciudades pero especialmente decisivos en épocas de creciente desapego a las cuestiones territoriales por la presencia de dispositivos (smartphones, tablets, weareables etc) a través de los cuales percibimos una realidad mediada de las ciudades y espacios urbanos por los que deambulamos.

11.- Ecos de la batalla por la Planificación Urbana: la tensión no resuelta entre Príncipes del Urbanismo y Apóstoles de la Participación Ciudadana.

Probablemente, en la era de las redes y la abundancia de información, que han convertido a nuestras Ciudades en verdaderas Repúblicas de Datos, este liderazgo sea más efectivo cuanto más horizontal y poroso sea, cuantas más parcelas del ejercicio del poder abarque (también el urbanismo) y cuanto más abierto esté a la compartición de iniciativas, la escucha activa y la evaluación honesta de su ejercicio, creando espacios para la cooperación horizontal y la participación y aportación reticular (en red) de ciudadanos, empresas y grupos de interés, aunque sin renunciar a la inexcusable toma de decisiones y al papel de la política como el arte de elegir y equivocarse.

En este sentido, si hay que reconocer al proyecto de sustitución progresiva de los bancos públicos madrileños diversos méritos en términos de reflexión común sobre los usos y función de los espacios compartidos de la ciudad y alabarle la cuidada puesta en escena que ha acompañado a su presentación y su conexión con los nuevos lenguajes y canales de comunicación, debemos, con la misma y constructiva justicia poética, afearle dos cuestiones de índole muy distinta.

Por un lado, la ligereza con la que el llamamiento colectivo a la creatividad ciudadana ha sido descafeinado y adelgazado en la convocatoria, -no obstante el sentido y las afirmaciones ante los medios de comunicación de sus impulsores políticos e institucionales, pues aunque se dice proceso de participación ciudadana, lo cierto y verdad es que se trata de un ejercicio tutelado de la misma, pues sólo los arquitectos e ingenieros pueden proponer diseños directamente al Ayuntamiento, bajo las condiciones específicas marcadas en la convocatoria.

IMG_20150516_224127En todo caso, parece natural ya que, cuando se alude a proceso de Participación Pública (igual que sucede cuando mentamos alguno de los trending topics de la gestión pública actual, a saber, Transparencia, Rendición de Cuentas, Gobernanza Inteligente) nos suele suceder a todos, por las más diversas razones, y no todas de naturaleza dolosa, que nos vemos arrastrados por la grandilocuencia a territorios de expresión verbal que luego no se compadecen con la realidad de los procesos jurídicos que los sustentan, como obviamente sucede en el supuesto que ahora analizamos para la capital española. Ello pone de manifiesto, además, la tensión permanente en el campo de la planificación urbana entre quienes defienden una natural (y deseablemente equilibrada) elitización de las competencias y roles funcionales de los diversos actores que intervienen en el proceso por razón de la formación, aptitud, experiencia y trayectoria profesional (arquitectos, ingenieros, urbanistas, sociólogos etc como protagonistas del diseño de la ciudad /en orden decreciente funcional) y quienes, de manera creciente promulgan un urbanismo de código abierto, horizontal, asambleario y sin barreras para la participación ni tutelas por razón del cursus honorum de sus actores, y en el que la ciudadanía (o más bien, aquella parte de la ciudadanía que se moviliza en cada proceso) ejerce su llamado “derecho a la ciudad”.

Desde luego, no me siento capaz de resolver en estas líneas, la sana y atávica tensión dialéctica entre los Príncipes del Urbanismo y la grey democratizadora del proceso de diseño de las ciudades, pero sí me atrevo a procurarme un espacio de cierta equidistancia con ambas posturas (y esto es tomar partido) que invita a proponer una reformulación de máximas y argumentos monolíticos que no se compadecen con la evolución de los tiempos ni con la proliferación de interesantes experiencias comparadas que apuntan a terceras vías en las que participación ciudadana y conocimiento experto se alinean de manera fructífera al servicio de proyectos de planificación y diseño urbanos (en todas las escalas).

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12.- Aftermath:

Por último, y en pleno proceso de redacción de este artículo sobre “bancos cargados de futuro” (con permiso de Gabriel Celaya), descubro, no sin inquietud que el Ayuntamiento madrileño, que días atrás publicó las bases del procedimiento de licitación pública y llamada a la creatividad colectiva, ha estado a punto de frustrar mi trabajo de investigación y opinión, al retirar, de manera inesperada y con algo de nocturnidad, la convocatoria de su perfil público de contratación, alegando sucintas causas de que apuntan, literalmente la necesidad derecoger todas las sensibilidades que han mostrado su interés en participar en el concurso internacional de ideas para los nuevos bancos de Madrid”, por lo cual “procedemos a la ampliación y modificación de las bases. En breve serán publicadas las modificaciones que enriquecerán el concurso. Gracias por contribuir con vuestras propuestas y aportaciones”.

Inquietante receso, en todo caso. Seguiremos con atención la evolución de la iniciativa (tal vez dé argumentos para contarlo). Stay tuned!

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URBAN 360º, the blog edited by Pablo Sánchez Chillón, Urban Planning Lawyer, International Speaker, Strategy and Public Affairs Advisor and Urban Advocate. Pablo is Co-founder of Eolexcitylab, Sánchez Chillón & Foro Global Alicante http://globalalicante.jimdo.com/ . Urban Innovation Advocates, Consultants & Lawyers (Spain).

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