[CHEZ NOUS] LA ESTRATEGIA AFRICANA DE DIPLOMACIA ECONÓMICA Y SOFT-POWER DE MARRUECOS: UNA POTENCIA EMERGENTE PARA EL DESPERTAR ECONÓMICO DEL CONTINENTE.

Por Pablo Sánchez Chillón [Nov. 6/2019]


[I never knew of a morning in Africa when I woke up that I was not happy] Ernest Hemmingway.        

Si quieres contactar con Pablo, usa el link.

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[*Chez nous, nuestra casa].

[En el Cuaderno de Inteligencia Corporativa GlobalGOV que hoy publicamos, Pablo Sánchez Chillón, Abogado, Analista y Director del Foro Global Territorio – GlobalGOV nos acerca la realidad de la emergencia económica del continente africano y las oportunidades para España que este despegue de África puede deparar, a la vez que analiza la consolidación de una realidad geo-estratégica regional en el continente africano basada en la visión Sur-Sur y la emergencia de Marruecos como una potencia económica influyente en el continente, sobre la base de su vocación Pan-Africana, el despliegue de su Diplomacia Blanda y su estrategia de impulso y apoyo educativo a la creación de una nueva generación de líderes africanos comprometidos con esta visión].


 

[1] Contextualizando.

Hace unos días asistía, como consejero  privado junto a 10 prestigiosos colegas expertos internacionales en desarrollo de ciudades e innovación urbana (10), a la sesión del International Advisory Board de una importante multinacional en París que impulsa diversos proyectos de naturaleza urbana (desarrollos de nuevas ciudades en el continente africano, fundamentalmente) vinculados a la consolidación de centros de excelencia académica regional, verdaderos resortes para la atracción territorial y el anclaje y la retención del talento en África, revirtiendo la tendencia a la diáspora intelectual y profesional que ha sufrido tradicionalmente el continente africano en pro de las metrópolis europeas.

Durante los días de preparación de este encuentro, y especialmente, en la intensa sesión de trabajo de 8 horas con el Presidente de la compañía, su equipo técnico y su gabinete de confianza celebrada en la sede de este gigante corporativo africano tuve la ocasión de retomar, con interés creciente, los análisis sobre el extraordinario momento que vive África desde el punto de vista económico, político y social, y las implicaciones y desafíos que este despertar africano colectivo pone, en términos geo-estratégicos, comerciales e institucionales a los países y mercados europeos, y particularmente, a España y sus regiones, provincias y ciudades, especialmente aquellas bañadas por el Mar Mediterráneo.

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En todo caso, y tratando de escapar de la etiqueta de parvenu, quiero manifestar, en mi descargo, que mi interés intelectual y profesional por el Continente Africano y la realidad económica, institucional y comercial del Magreb no es nueva, siendo una puerta que abro y cierro con regularidad, y en la que destaca, por ejemplo, la organización, junto al equipo de la Asociación de las Empresas Familiares de Alicante (España) de los denominados Encuentros Mediterráneos de Empresa Familiar en nuestra ciudad (hasta 2018), una cita que en 2016 tuvo a Marruecos y sus empresarios e instituciones, como país invitado, además de la discreta producción intelectual que comparto con mi audiencia en Urban 360º.

En el fondo, como si fuese un Alí Bey contemporáneo, -pero sin nada que ocultar -lo que trato de entender (y divulgar, dentro de mis naturales limitaciones) con la publicación de este análisis y los que le sucederán en las próximas semanas referidos a cuestiones como los extraordinarios procesos de urbanización que se desarrollan en el continente o el estado del arte (y oportunidades) del ecosistema emprendedor en el Magreb (permanezcan atentos mi blog), es la realidad de un fenómeno continental en un África en movimiento, que está dejando de ser, con los evidentes matices y las servidumbres perennes, el Continente sin Esperanza, la fuente del afro-pesimismo que campeó a sus anchas en las Cancillerías y Centros de Estudio globales durante los primeros años del siglo XXI para convertirse en objeto de deseo y atracción para las potencias y los mercados globales (más allá de la visión extractiva y de expolio de recursos naturales y humanos).

En este proceso dinámico y heterodoxo de desarrollo africano, del que tiran muchas fuerzas y factores que parten, en suma, de la capital y contingente toma de conciencia continental del momento de oportunidad que abre la globalización de la economía para África, la consolidación de una visión estratégica de cooperación Sur- Sur y el resurgimiento de un Pan-Africanismo de base económica, financiera e institucional, surgen nuevos liderazgos políticos y comerciales en la región, que me dispongo a analizar en las próximas semanas, desde una visión práctica que pueda resultar de utilidad para los responsables institucionales, directivos con visión global y regional y aquellos colegas y amigos que soportan, con una leal sonrisa, las andanadas que comparto en este blog.

En este contexto me detendré, con deleite y curiosidad (y huyendo de triunfalismos perentorios) en el supuesto de Marruecos, el principal socio comercial de España en Áfica y que se ha convertido, en la última década y, por razón de su inteligente Diplomacia Económica, su Estrategia Política de Cooperación Sur-Sur, el despliegue orientado y efectivo de los recursos del Poder Blando (Soft-Power) marroquí hacia su área de influencia económica regional y, por último, por la adopción de nuevas narrativas globales y de promoción del liderazgo regional entre los jóvenes africanos, en una potencia descollante en el continente africano, que merece toda la atención y todo el esfuerzo de la inteligencia corporativa e institucional de nuestro país en los próximos años.

Africa es, para Marruecos, especialmente tras su regreso por la puerta grande a las estructuras de la Unión Africana en 2017, chez nous, (nuestra casa) y lo será en las próximas décadas.

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[2] La relación Magreb – España. Llueve tierra.

Quienes residen en el levante español van a saber inmediatamente a qué me refiero.

Durante años, los habitantes de estas tierras meridionales sólo nos hemos acordado de la enorme región situada al otro lado del Estrecho de Gibraltar cada vez que una tormenta cargada de arena sahariana descargaba su bagaje sobre nuestros vehículos y haciendas, poniéndolos perdidos de sedimentos rojizos para rebosante alegría de los propietarios de los lavaderos de coches locales.

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Marruecos, el Magreb, el África subsahariana, y en general, todo aquello situado más allá de las plazas de Ceuta y Melilla, con su miríada de pueblos, culturas y recursos y su obstinada pulsión por reventar las líneas geopolíticas marcadas por la colonización del XIX y su envés descolonizador del XX, ha despertado, desde los tiempos de la traición del Conde Don Julián y las razzias bereberes, un desasosiego entre los nuestros, una desconfianza y un desconocimiento (mutuo) del que sólo escapamos cuando los informativos del mediodía nos atoran de pateras, muros con concertinas, el París-Dakar o esas incomprensibles revoluciones impulsadas con machetes y kalashnikov por el enésimo ejército de liberación, que no sabemos muy bien donde ubicar.

Pese a los lugares comunes y los clichés, y en el caso específico de los intercambios entre nuestro país y le reino alauita, España y Marruecos han alcanzado en los últimos años un nivel excelente en sus relaciones comerciales. No en vano, España es desde 2013 y hasta 2019 el primer socio comercial de Marruecos, como importador y como exportador, y el volumen total de intercambios durante 2018 ascendió a 15.000 millones de euros. Sin embargo, en el terreno de las inversiones españolas en el país marroquí, queda mucho margen de mejora.

En un reciente Foro de Inversiones auspiciado por el Gobierno Español en Casablanca en julio de 2019, el sentido común y pragmático de nuestros socios del Sur quedó patente en la intervención del ministro marroquí de Turismo y Transporte Aéreo, Mohamed Sajed, que apuntó, no sin razón, que «España se va hasta Latinoamérica y hasta Asia, a veces a 10.000 kilómetros de distancia para invertir, ¿cómo no viene a nuestro país, que está solo a catorce kilómetros?”, arrancando el aplauso de los asistentes, fundamentalmente, unos 400 empresarios marroquíes y españoles.

Pese a lo apabullante de las cifras que arroja la balanza comercial entre ambos países, en el apartado de inversiones en Marruecos, España no ha liderado ni uno sólo de los grandes proyectos de inversión en los últimos años por el país magrebí (que atañen a las infraestructuras y vehículos de la alta velocidad ferroviaria, las energías renovables y el saneamiento y ciclo integral del agua, entre otras), capitaneadas por las corporaciones francesas, fundamentalmente.

En este sentido, y salvo en cuestiones relacionadas con la contención de la inmigración ilegal y la lucha contra el narcotráfico (cosas muy serias) la construcción de una sólida relación norte-sur, (por muy al sur del norte que estemos en España/en la Comunidad Valenciana/o en Alicante desde donde hoy, víspera del 44º aniversario de la Marcha Verde, escribo estas líneas), basada en otros vectores de desarrollo y cooperación verdaderamente constructivos para ambas regiones ligados a la inversión en el país marroquí, no ha sido una prioridad en las agendas públicas de las cancillerías nacionales ni en las de los gobiernos regionales o locales de nuestro territorio, actuando tantas veces como si esa decena y media de millas náuticas que nos separan de los pueblos de la otra ribera del Mediterráneo fueran en sí un bastión inexpugnable para la curiosidad, el entendimiento o el enriquecimiento mutuo en este campo.

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Tampoco, y salvo contadas y meritorias excepciones en los ámbitos de la agricultura extensiva, el transporte de pasajeros, la obra pública o la extensión de redes de telecomunicaciones, por citar algunas, nuestras empresas valencianas/alicantinas, han mostrado una predilección (foco lo llamáis ahora) por hacer negocios en/con el norte de África, un territorio que se ha revelado, durante años, como una suerte de terra incógnita en la que, tampoco nos engañemos, han brillado entre sus valores más refulgentes la seguridad jurídica o la estabilidad institucional, dejando esta enorme región-continente francófono y semi-urbano que integran Marruecos y Argelia en manos de una Francia interesada (y en menor medida, el Reino Unido) que, combinando Diplomacia blanda y Económica ha sabido ejercer y reforzar una influencia post-colonial de la que se han beneficiado sus empresas y élites corporativas, así como sus partenaires marroquíes, argelinos, egipcios o tunecinos.

Las Primaveras árabes primero, la consolidación de una arquitectura económica e institucional de cierta fortaleza regional, y una cierta pacificación del continente tras décadas de guerras inmisericordes libradas en suelo africano al calor de la Guerra Fría, de la que han surgido sólidas estructuras de cooperación y desarrollo regional y financiero como la Economic Community of West African States (ECOWAS), el Banco Africano de Desarrollo o entes de naturaleza política y concertación trans-regionales como la Unión Africana , han abierto la puerta a un interés creciente geo-económico por África, que va más allá de la voraz mentalidad extractiva de sus riquezas y recursos naturales.

Sea la Unión Europea capitaneada por Francia, los norteamericanos regando con su inteligencia estratégica y su endoso militar a los gobiernos que actúan como parapeto frente al empuje del islamismo radical, sean los chinos con su arrogante y pudiente estrategia de la nueva Silk Road que pasa, se demora y deleita por el continente africano (iniciativa de la Franja y la Ruta o BRI, por sus siglas en inglés), sean los rusos que nunca se fueron o sea la generosa y discreta cooperación nórdica que ha orientado sus esfuerzos y recursos a los aspectos sociales y medioambientales en el Continente, África vive un momento político, económico y social que la identifican como una región del máximo interés estratégico y comercial en los próximos años, como apuntan quienes saben de esto.

La correlación y coordinación de fuerzas y esfuerzos entre gobiernos, instituciones y sector privado de nuestro país y nuestras regiones es capital en este orden de cosas, pues si existe una estrategia razonada de aterrizaje suave y protegido en el campo de las inversiones en los países africanos, -especialmente en Marruecos y Argelia, por razones de pura proximidad y afinidad cultural- es probable que se pueda alcanzar el éxito, sobre la base de las acciones de OFCOMES y las misiones comerciales que organizan, en ambos sentidos las Cámaras de Comercio y otras asociaciones, aunque como en otros ámbitos, el apoyo y la voluntad política de apoyar, desde los gobiernos estatales, regionales, provinciales y locales estas iniciativas de Diplomacia Económica Territorial resulta un factor clave para el éxito de aquéllas. Tal vez Málaga, como en tantas otras recientes iniciativas innovadoras y pragmáticas, sea hoy la ciudad que mejor y con mayor inteligencia y curiosidad haya sabido aprovechar esta relación de vecindad ribereña con Marruecos, frente a la pasividad de otras que, pudiendo competir con las mismas armas, se resguardan, inéditas, en el alero de cómoda inactividad.

En todo caso, no hay duda de que el gigante africano ha despertado y sus naciones han tomado una creciente conciencia del valor y el impacto de sus estrategias mancomunadas, y con este despertar han empezado a surgir oportunidades tangibles de reforzar lazos de cooperación, entendimiento, intercambio y beneficio mutuo entre vecinos transribereños del Mediterráneo, dejando atrás décadas de ostracismo y prejuicios, y España, por más que ande malgastando recursos, paciencia y lustre entre ciclos electorales y conflictos de vecindad, debería ser un actor principal de estas décadas de transformación radical que asoman por el Atlas.

[3] Chez Nous: Marruecos y la estrategia de cooperación Sur-Sur. La creciente influencia de una emergente potencia regional.

Vista con perspectiva histórica, la llegada al trono alauí de Mohammed VI, ha implicado una serie de cambios estructurales de naturaleza progresiva en el país magrebí, que se han venido acompasando al ritmo de desarrollo económico y social de Marruecos, un país en el que una población cada vez más urbana y conectada ha ido variando sus aspiraciones y su estilo de vida, a la vez que se reforzaban los lazos y la conciencia identitaria de los súbditos marroquíes.

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En términos de elites políticas y económicas (en un país en el que la Corona sigue influyendo de manera determinante en las directrices y ejecutoria de la economía y en el que sigue vigente un potente capitalismo de Estado canalizado a través de un buen ramo de empresas ya sean públicas o privatizadas bajo control jerifiano) el reinado de Mohammed VI ha implicado una progresiva renovación de personas y mindsets, pasando a ejercer las más altas magistraturas del estado, de las instituciones y de las corporaciones, una nueva clase dirigente más joven, cultivada en las Universidades y Escuelas de Negocios francesas pero también, y esto es relevante en este análisis, crecidas en los ambientes del liberalismo económico de los Colleges y Campus de excelencia norteamericanos de la Ivy League, que se han traducido en un empuje sustantivo para la economía de Marruecos, que se ha convertido (y así lo muestran los indicadores y rankings de los organismos internacionales y financieros) en una verdadera potencia económica en el Continente, seguido por Nigeria, Kenia o Ruanda (quién lo diría).

A la pujanza económica de Marruecos, se ha unido, con claridad estratégica meridiana, la apuesta del gobierno del país por potenciar y liderar las relaciones Sur-Sur (concepto nacido en Naciones Unidas) en el Continente, consolidando la visión y el compromiso Pan-Africano del Reino Marroquí con enormes réditos para el país en términos de influencia, reputación, retorno económico y liderazgo territorial.

En los primeros años del siglo XXI, una época en la que reinaba, sin tasa el afro-pesimismo global y el convencimiento universal de que África jamás levantaría el vuelo del progreso, y que resumió con nitidez The Economist con aquel mítico titular The Hopeless Continent”/ “Africa, le continent sans-spoir”, Mohammed VI, alentado por algunos astutos consejeros del Majzem y por su compromiso con el continente decidió asumir este rol de catalizador del desarrollo africano, orientando recursos, mentalidades y una potente acción exterior a este fin.

Desde entonces, la secuencia de hechos, si no lineal, sí ha sido, al menos, virtuosa.

Como hito de esta época cabe destacar la aprobación de la Constitución marroquí de 2011, un verdadero traje elástico y sin costuras, a la medida de la nueva era para el país inaugurada por Mohammed VI, que incorporó este deber de cooperación regional como un mandato de la nación, que se ha traducido en una espectacular agenda continental para el propio Monarca, que desde 2011 ha realizado más de 50 visitas de Estado a países africanos y ha signado más de 1.000 acuerdos de cooperación, lo que supone algo más que una conveniente impostura temporal para un mandatario al que su círculo más cercano tilda de tímido y retraído.

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Este texto constitucional de 2011 para Marruecos (en la que el Rey perdió, por ejemplo, su divinidad) ha servido, además, para consolidar una batería de reformas políticas en el país, que han permitido a Marruecos adaptarse a las exigencias de su recién estrenado liderazgo regional, que ha coincido, además, con el milagroso despegue económico de otras naciones africanas, con las que ha podido impulsar numerosos MOU (Memorandum of Understanding) sobre los que hacer descansar iniciativas y proyectos de cooperación económica regional.

Si hay que buscar otro momento clave en el panegírico del nuevo liderazgo regional Sur- Sur de Marruecos hay que detenerse en el 31 enero de 2017, cuando Mohammed VI, con lágrimas en los ojos, pronunció su discurso ante los líderes de la potente Unión Africana en el que manifestó el regreso de Marruecos a la organización: “Je rentre enfin chez moi, et vous retrouve avec bonheur. Vous m’avez tous manqué”, tras décadas de abandono de esta entidad política regional que su abuelo, Mohammed V ayudó a levantar junto a líderes como el egipcio Nasser sobre los rescoldos humeantes del colonialismo yacente, en la convulsa década de los años 60 del pasado siglo y su padre, Hassan II abandonó en 1986, con el trasfondo de intrigas políticas alrededor del conflicto por el Sáhara Occidental.

En un discurso televisado a la nación el 20 de agosto de 2017, en el 64º Aniversario de la “Révolution du Roi et du people”, Mohammed VI recordó a su pueblo que “l’Afrique a toujurs été et demeurera en tête de nos priorités” dando carta de naturaleza popular en el país a lo que hasta ese momento había sido un compromiso manifestado en despachos y foros internacionales.

En el mismo sentido, las agencias de cooperación, la banca y las (grandes) empresas marroquíes, contagiadas de este ímpetu por elevar el nivel y las condiciones de vida del continente africano y la consiguiente interdependencia comercial de los nuevos consumidores sub-saharianos con sus proveedores y donantes marroquíes, han canalizado una enorme cantidad de recursos financieros para el progreso del África negra, situándose como segundo país inversor en África por detrás de la República de Sudáfrica, pero con la voluntad manifestada por el Monarca, de convertirse en el primero en un corto plazo de tiempo.

La empresa de aviación de bandera marroquí, la Royal Air Maroc, cuenta con 22 destinos en el África subsahariana, frente a los cinco que suma Air Algérie, por poner un ejemplo. Además, del plano económico, Mohamed VI está creando vínculos religiosos con muchos países del continente, a través de la Fundación Mohamed VI de Ulemas Africanos y el Instituto Mohamed VI de formación de imanes.

Del mismo modo, Marruecos promueve con Nigeria, el otro campeón regional africano, un gaseoducto que unirá los dos países a lo largo de 5.660 kilómetros, a la vez que da servicio a 13 naciones del África Occidental y ayuda a erosionar, last but not least, el monopolio de distribución de gas natural del que disfruta actualmente Argelia con Europa, neutralizando así, por la vía de la cooperación económica entre dos actores principales de la región, la influencia del país argelino, verdadera némesis geopolítica de Marruecos en la región (el conflicto del Sáhara tiene buena culpa de ello).

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Si de entorno empresarial hablamos, en esta carrera por el desarrollo continental, los marroquíes han logrado situar a algunas corporaciones de la órbita estatal, como el enorme OCP Group (que posee y explota el 75% de los fosfatos del planeta y que está presidido por el inteligente y pragmático ingeniero Mostafa Terrab, formado en el M.I.T. de Massachusetts y uno de los 50 personajes más influyentes de África) al nivel de otros gigantes regionales como la Dangote Industries Limited, el conglomerado empresarial nigeriano fundado por el tycoon Aliko Dangote (‘the wealthiest man in Africa’ según la Revista Forbes), con una faturación de 4.1 USD billion, y que presente en 16 países africanos y bajo su lema Powering Africa’s Growth combina un razonable apetito por los negocios con la voluntad – más allá de la pura filantropía- de cooperar al desarrollo de África contribuyendo a consolidar la capacidad de la fuerza productiva local para generar empleo, para prevenir la fuga de capitales y talento y para proveer bienes y servicios producidos en África para sus habitantes.

En el transcurso de una década, Marruecos ha pasado de vecino indiferente a convertirse en la piedra angular de la estrategia de cooperación South-South en el continente africano, que se ha convertido en el eje de su acción exterior en África, y en uno de los vectores de comunicación de la estrategia-país del Reino alauita.

En cualquier foro o evento internacional en el que intervenga algún mandatario marroquí (y quien esto escribe ha estado en no pocos), se le escuchará hablar con devoción de este compromiso Pan-Africano de Marruecos que se sitúa en el frontispicio del Ministerio de Asuntos Exteriores del país (y Ministerio de Cooperación Internacional, no por casualidad) que dirige Nasser Bourita, que ha instruido debidamente a su equipo y a sus embajadores para enmascarar esta legítima vocación de imponer, sutilmente y por la vía de la influencia económica, política y social, su liderazgo continental bajo un relato de humildad marroquí, de coadyuvar a alcanzar las aspiraciones colectivas de las naciones y de potenciación de complementariedades y alianzas entre naciones africanas, que consoliden este despertar continental.

 

[4] Soft-Power, Green Diplomacy  y la formación de líderes regionales como vectores para la influencia Pan-Africana de Marruecos.

Como recordaba recientemente un artículo aparecido en el Diario francés La Tribune, en su edición “Afrique” (ya es revelador, en los términos que interesan a este artículo, que un medio de comunicación nacional francés publique esta edición centrada en la realidad del continente africano), el Reino de Marruecos ha iniciado, desde hace algunos años, un proceso de compromiso con el desarrollo sostenible continental y la adaptación de algunas de sus políticas más relevantes a las exigencias derivadas del cambio climático, que le ha llevado a tratar de liderar esta narrativa del development sustentable a lo largo y ancho de África, con vocación de ejercer su liderazgo económico, también, en este rubro de la economía sostenible.

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Marruecos, un país que comenzó el siglo XX con 5 millones de habitantes y que alcanza ya, en la segunda década del XXI, los 33,5 millones de habitantes, sufre en sus propias y magras carnes la dentellada del crecimiento demográfico exponencial, que está obligando a los países de la región (y con ellos, a los organismos internacionales multilaterales) a proveer a marchas forzadas soluciones, servicios y recursos para estas poblaciones emergentes, con la vista puesta en la escasez de recursos como el agua, la defensa y preservación del patrimonio forestal frente a la expansión de las zonas de cultivo, la salubridad urbana, la calidad de las costas y sus recursos o el equilibrio en la extracción y procesamiento de recursos naturales. Se estima que de las 120 nuevas ciudades que se construirán de la nada en todo el mundo, un buen número de ellas serán edificadas en el continente, ex novo, para acoger a estas poblaciones emergentes.

El Gobierno marroquí, al igual que han hecho otras naciones del occidente europeo, ha promulgado una Estrategia para la Protección del Medioambiente y el Desarrollo Sostenible, proyectando hacia el exterior este compromiso con la lucha con el cambio climático que encontró su cenit en términos de Diplomacia Blanda (Soft-Power) con la celebración en 2016 de la COP22 en Marrakech, que atrajo la atención mundial hacia un país que no se había caracterizado hasta la fecha por una toma de posición activa en la defensa de posiciones de liderazgo en materia de medioambiente y resiliencia territorial.

En el ámbito energético, y aun consciente de su dependencia de los combustibles fósiles, el país se ha comprometido con la implantación de otras fuentes sostenibles de producción de energía (fundamentalmente solar fotovoltaica y eólica), y en el proceso, y a fuerza de impulsar y completar proyectos relevantes en este ámbito de la low-carbon energy, Marruecos se ha terminado de imponer como una referencia regional en el continente africano, animando a sus socios continentales, en el marco de esa visión Sur- Sur que preside su ejecutoria africana, a impulsar partenariados para la ejecución de infraestructuras clave para cambiar la matriz energética de las naciones africanas, componiendo una suerte de Green Diplomacy que beneficia al relato regional del país, a sus empresas de ingeniería e infraestructuras, a sus escuelas de ingenieros y técnicos cualificados, así como a difundir por el continente las best practices marroquíes en materia de diseño y dirección de proyectos innovadores y sostenibles, especialmente en relación con los sectores agrícolas y energéticos en África.

Si el ya citado magnate nigeriano Aliko Dangote aspira a construir en unos años la mayor refinería de petróleo de África en Lagos (Nigeria), para acabar con la dependencia del continente de los hidrocarburos llegados de otras regiones (a la vez que espera obtener pingües beneficios en el proceso), Marruecos, que ya promueve la creación de la mayor planta solar fotovoltaica del Continente en el Sáhara, aspira a liderar, de la mano de empresas como la ya citada OCP Group (Office Cherifien des Posphates) y el banco Credit Agricole du Maroc, a liderar la ambiciosa Iniciativa por la Adaptación de la Agricultura Africana (AAA), que pretende cambiar la matriz de cultivo del continente conjurando la vulnerabilidad de la agricultura africana ante el cambio climático.

En este sentido, no son pocos los analistas que plantean la hipótesis de que Marruecos pueda convertirse, en el medio plazo, en una suerte de Green Hub de África, que sume mayor competitividad e influencia para sus tecnologías, sus empresas y profesionales y su visión de compromiso Sur-Sur declinado, también, desde la óptica de la Diplomacia Verde, en la que han sobresalido, en otras regiones y con notables y tangibles resultados colectivos, otras naciones como Dinamarca, cuya capital, Copenhague, es el paradigma global de ciudad sostenible.

benguerir 2.jpgEn este ámbito de la economía verde se abren, igualmente, multitud de oportunidades para nuestras empresas españolas y específicamente para las de la Comunidad Valenciana, ya sea en el ámbito del ciclo integral del agua (donde Alicante, por ejemplo, se constituye como el territorio óptimo, a escala europea, en regeneración y aprovechamiento del recurso hídrico, como si una suerte de Israel occidental se tratase), en el de las infraestructuras y energías verdes o en el del emprendimiento vinculado a la Green Economy y la Economía Circular, con enorme margen de mejora en el país marroquí, (cuestión esta de la que nos ocuparemos próximamente en el paper que preparamos sobre el estado del emprendimiento y la cultura emprendedora en Marruecos).

Es la hora de demostrar, con acciones concretas y complementariamente lucrativas, que las empresas e instituciones de nuestro país y nuestra región son capaces de superar el atracón de declaraciones y encendidos manifiestos en favor de los sobadísimos Objetivos de Desarrollo Sostenible OSD /  SDG de Naciones Unidas y que más allá de la estrategia de marketing hay una estrategia país/región/provincia/ciudad que me temo que no van a poder liderar los emergentes y empalagosos gurús de la sostenibilidad que nos asedian todos los días por estos lares [perdón por el ataque de sinceridad…enseguida se me pasa].

En todo caso, y volviendo al asunto que nos ocupa, y en el mismo sentido de proyección de un verdadero Poder Blando marroquí (Soft-Power) y la extensión de sus redes de influencia por el continente africano mediante recursos originales y sutiles, más allá de su incontestable acervo cultural y etnológico, Marruecos se ha propuesto elevar el nivel de formación, capacitación y habilidades de su población autóctona, a la vez que incrementa sus oportunidades laborales en el país, tratando de conjurar la enorme diáspora de talento (brain drain) sufrida por el país en las últimas décadas.

A iniciativas estatales para favorecer la búsqueda de empleos entre los jóvenes marroquíes como la del Moum-kin’ se une la de la creación de centros de estudios superiores, Universidades y Escuelas de primer nivel en el país, que han servido, también, al calor de programas de bolsas de estudios y becas para estudiantes del África sub-sahariana (How Scholarships and Study Grants are Advancing Morocco’s Soft Power in Africa, que titulaba un conocido semanario africano, recientemente) para que Marruecos se haya convertido en una escuela de liderazgo global en África, atrayendo a sus centros a una juventud africana fuertemente cohesionada y consciente de su compromiso con el continente (Sur-Sur) que después regresan a sus países de origen imbuidos de los valores, visión y estrategias de Poder Blando de Marruecos, que será siempre el Alma Mater de su proceso de formación. No hay mejor forma de crear prescriptores regionales agradecidos al reino marroquí por ayudarles en su formación y proyecto de vida.

En este sentido cabe destacar, entre otras iniciativas, la de la  Université Mohammed VI Polytechnique en Benguerir, un proyecto que es ya una realidad (el campus internacional fue diseñado en 2011 por el Arquitecto español Ricardo Bofill) y que ha permitido crear, ex novo, y con la visión y ayuda del capitalismo de Estado canalizado a través de la iniciativa y las directrices del equipo rector del ya citado OCP Group, una Universidad Politécnica de primer orden en la región, con miles de estudiantes que se forman en disciplinas técnicas en esta institución, y entre los que destacan un buen número de estudiantes sub-saharianos.

El proyecto, implica, además, el diseño y desarrollo de una ciudad de nueva planta junto al municipio de Benguerir, que acogerá hasta 90.000 nuevos habitantes organizados y relacionados con esta nueva capital del saber construida desde una visión que combina inteligentemente filantropía, desarrollo inmobiliario y Diplomacia basada en el Soft-Power marroquí,  y que se completa, igualmente, con el establecimiento de redes de cooperación con otras instituciones académicas de excelencia internacional y con el impulso de un programa de becas para estudiantes africanos, cuyo despliegue está en la base de la difusión y consolidación del Poder Blando marroquí.

Este proyecto de Benguerir y la Université Mohammed VI Polytechnique, que conozco bien, se añade a otras iniciativas desarrolladas en el país (Casablanca, entre otras ciudades) para apostar por una verdadera economía del conocimiento para el país, como base para el futuro y el progreso de una nación cuya parte más significativa de la población tiene menos de 25 años.

Por último, esta Diplomacia blanda marroquí, que puntúa al alza en los rankings internacionales pese a los grandes desafíos y asignaturas pendientes en términos de democracia formal en el país, seguridad jurídica y consolidación de una verdadera cultura empresarial y el necesario equilibrio y distribución de riqueza y oportunidades entre el Marruecos urbano y el rural, se canaliza, igualmente, a través de la visión y ejecutoria de otras instituciones, que bajo la forma de think tanks, están ayudando a propagar esta visión de un Marruecos moderno, actor comprometido con el progreso del continente africano y casa común de una generación de líderes jóvenes de África, entre los que cabe citar al activísimo Policy Center for the New South (que se define comoa Moroccan think tank aiming to contribute to the improvement of economic and social public policies that challenge Morocco and the rest of the Africa as integral parts of the global South”), los Atlantic Dialogues con su Programa de Emerging Leaders, etc, sobre los que valdrá la pena detenerse en ulteriores artículos. Lo dejo, de momento, aquí.

Marruecos se mueve, y nosotros deberíamos tener muy en cuenta el progreso de nuestros vecinos. Nos interesa, por muchas razones.

 

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Por Pablo Sánchez Chillón [Nov. 6/2019]

Si quieres contactar con Pablo, usa el link.

www.urban360.me

chillonpablo@gmail.com

[Continuará]

 

4 respuestas para “[CHEZ NOUS] LA ESTRATEGIA AFRICANA DE DIPLOMACIA ECONÓMICA Y SOFT-POWER DE MARRUECOS: UNA POTENCIA EMERGENTE PARA EL DESPERTAR ECONÓMICO DEL CONTINENTE.”

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