An article by Pablo Sánchez Chillón, Lawyer, International Speaker, Strategy and Public Affairs Advisor and Urban Advocate. Pablo is the Director of Foro Global Territorio & GlobalGOV. Check out the work of Pablo as Chief Editor of Urban 360º. This article is published with the support of GlobalGOV & Foro Global Territorio.
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[Comparto con vosotros la cuarta entrega del (NUEVO) MANUAL PARA FIELES DE LA INNOVACIÓN URBANA: ESTRATEGIAS DE DIGITALIZACIÓN Y COMUNICACIÓN PARA LAS CIUDADES Y GOBIERNOS MÁS INTELIGENTES, en el que publico extracto de los Capítulos 8, 9 y 10 de este volumen.
Con este (Nuevo) Manual, interpelo en modo práctico y algo irónico a los políticos y sus equipos, así como a los lobistas y profesionales de los asuntos públicos en los entornos municipales, sin olvidar a los estrategas y consultores del sector privado que orbitan alrededor del poder local y para esa legión perdida de delegados comerciales que llevan años llamando a las puertas de los equipos de gobierno locales con una cartera – y una Tablet- cargadas de soluciones totales para las ciudades, y que sólo pueden movernos hacia la ternura, al comprobar lo poco que saben de organización local, de entornos de decisión pública municipal y de mecanismos de gestión y organización del poder en las ciudades.
[Los primeros 2 Capítulos y la Introducción al volumen, publicados hace unas semanas pueden leerse extractados aquí.
Los capítulos 3 y 4, pueden consultarse gratuitamente en este enlace. Los capítulos 5, 6 y 7, aquí.
El Manual, que consta de 20 Capítulos, se lee como un todo, e irá apareciendo extractado, en esta página durante las próximas semanas].
Capítulo (8): CIUDADES INTELIGENTES, RELATOS ESTULTOS.
Hace unas semanas publiqué la primera entrega de este armazón anticipado de mi (Nuevo) ‘Manual para Digizens: Estrategias de Innovación Urbana y Comunicación de la Ciudad’, con el que aspiro a compartir con los centenares de lectores de este blog, mi experiencia en el ámbito de la planificación estratégica de ciudades y algunas reflexiones sinceras sobre el Gran Teatro de la Innovación Urbana que se despliega ante nuestros ojos desde hace ya algunos años y cuyos entresijos he podido conocer en primera persona, en distintos roles, lugares y posiciones de responsabilidad.
Quienes leyeron las primeras entregas de este ‘Manual para Digizens: Estrategias de Innovación Urbana y Comunicación de la Ciudad’, pudieron advertir que mi esencial objetivo al publicarla no era otro que huir de la autocomplacencia que nos rodea y del recurso a lo políticamente correcto para compartir con mis lectores una serie de opiniones personalísimas en torno a cómo están innovando las ciudades, por un lado, y a cómo están comunicando al mundo esa apuesta estratégica por la innovación (fundamentalmente de raíz tecnológica, aunque no exclusivamente), incorporando una visión crítica y constructiva al balance sobre el valor y significado que tal innovación urbana adquiere en la agenda y relato de las ciudades, cualquiera que sea el término que acuñen o adopten las municipalidades para su impulso (Smart City, Ciudad Digital, etc).
No en vano, la vigente primavera de la Innovación Urbana, a la que se destinan crecientes recursos económicos y humanos y que ha ganado espacio, ruido y caracteres en redes sociales y en medios de comunicación especializados –y significativamente, entre los de corte generalista-, aun constituyendo un interesante ejercicio de transformación de los modos de pensar y gestionar las ciudades que ha accedido a las agendas de gobierno municipales y ha generado virtuosos ejemplos de comunión entre tecnología y ciudad, se nos ha venido presentando de modo acrítico, uniforme y casi determinista en sus fundamentos y consecuencias, inasequible a la disonancia, la espontaneidad o el alejamiento de la norma y el algoritmo.
En este sentido, en estas líneas defiendo que se ha generado un paradigma comunicado de la Ciudad Inteligente muy condicionado por el relato corporativo y notablemente incompleto, fútil e insatisfactorio, que ha terminado por empequeñecer –tal vez por causa de tentativa de secuestro- el concepto plural de Ciudad, imponiendo un relato ‘Smart’ marcado por la gestión, los indicadores y las métricas del desempeño en la provisión de servicios y productos municipales, que ha ignorado sistemáticamente la rica dimensión híbrida y heterodoxa de lo urbano y las múltiples facetas y disciplinas en las que este espíritu de la ciudad se crea, recrea y manifiesta, que han sido arrinconadas por el discurso cegador y totalizador de la tecnología y su reconducción semántica hacia los fundamentos del management.
Por esta razón, la ausencia de un enfoque crítico y plural respecto al paradigma de esta innovación urbana de base tecnológica, la falta de una sana distancia entre vendedores de servicios y productos Inteligentes y los constructores/divulgadores del relato de la innovación en la ciudad (ambos roles se solapan desde el origen) y la ausencia generalizada de iniciativas (o de interés) de los líderes municipales y sus equipos por incorporar una voz propia al relato comunicado de la innovación urbana más allá de los tópicos localistas declinados en clave de elemental marketing de ciudad, ha generado, a mi juicio, una doble y perniciosa consecuencia y una incómoda paradoja, que paso a describir a continuación:
Por un lado, lo que defino como sutil ‘colonización del campo semántico del concepto de la Ciudad’, y que consiste en el progresivo e intencional vaciamiento de contenido del rico y plural concepto de ciudad y de lo urbano y su impostada sustitución semántica – de la mano de las tecnologías aplicadas – por el de los servicios y productos vinculados a la gestión de sus contingencias, que ha terminado por copar el discurso de la innovación urbana.
En su virtud, el relato de las Ciudades Inteligentes se ha convertido en mercancía insulsa, intercambiable e indistinguible, -como la comida que se sirve en los aviones– proyectando una imagen común, atribuible al efecto uniformador de la tecnología y la previsibilidad de sus consecuencias, de lugares y comunidades urbanas originalmente distintas entre sí, y que terminan confundiéndose en un relato descompuesto y parcial, definido por un elenco de utilidades, procesos y sistemas, plenamente compatible con los cánones de eficiencia y sostenibilidad (fundamentalmente financiera) que conforman el discurso de la Smart City y que son fuente de alimento y sostén para los devotos de los indicadores y los pergeñadores de rankings y clasificaciones de ciudades.
Por otro lado, lo que he denominado el ‘nuevo redentorismo tecnológico’, y que supone la constatación de que a este imperio de la visión instrumental de la Ciudad, y su progresiva sustitución semántica por el de los servicios municipales y su performance, carente de los matices de la originalidad, la belleza, el disenso o la elemental humanidad (por citar algunos deficit remarcables), se le añade el irritante tono salvífico y redentor del relato triunfante de la Smart City que ha terminado por imponerse en Congresos, publicaciones, blogs y catálogos de productos y servicios, y que a fuerza de prometer soluciones totales de base tecnológica a los crecientes males de nuestras ciudades, ha terminado por generar una suerte de lingua franca de la innovación urbana poblada de lugares comunes, métricas del detalle y de lo irrelevante, jerga científica tardo-digital y no pocos arabescos y piruetas del lenguaje, que anunciando la llegada de un nuevo tiempo y unos nuevos mesías pretenden colonizar otros ámbitos municipales, más allá de la pura gestión o como son los relacionados con la toma de decisiones o la el desempeño de la acción política y el liderazgo municipales.
Finalmente, y en clave de paradoja, pese a que esta instrumentalización de la acción de comunicación de los logros y desempeños de una Smart City fundamentalmente tecnologizada y previsible está agostando el relato de la innovación en las ciudades a fuerza de hacerlo aburrido e ininteligible y alejando de sí al común de los mortales, sus promotores, aplicando criterios pragmáticos y comerciales y un enfoque marcadamente tutelar, no han cesado de invocar, con la dedicación del médium que acompaña los firmes movimientos del vaso en la tabla ouija, el rol y protagonismo del ciudadano en todo este constructo, pese a su notable desinterés por este constructo mal comunicado en que se ha convertido la Ciudad Inteligente.
Por todo ello, y aun a fuerza de resultar incómodo en mis apreciaciones y dado el favorable impacto de la primera entrega, – a la luz de las veces que ha sido leído el texto y de las ocasiones en las que se ha compartido, desmenuzado y adulterado en entornos digitales- y esperando que estas líneas puedan ser de utilidad para líderes y equipos multidisciplinares involucrados en proyectos de innovación de la ciudad, me dispongo a continuar esta voluminosa serie con la entrega que ahora comparto convenientemente actualizada a septiembre de 2019 y que denominé pomposamente “Atlas de Innovación Urbana: Liderazgo municipal y Comunicación de la Ciudad Inteligente / Guidebook for Innovative Urban Leadership”, anunciando ya que ambas entregas, que conforman mi ‘Manual para Digizens”, con su contenido y reflexiones debidamente adaptadas y actualizadas, cobrará vida editorial en otros formatos, plataformas y geografías más pronto que tarde, para satisfacción y alegría de su autor.
Sentadas estas premisas, y sin descuidar cuestiones transversales que afectana a la planificación, la organización, la gestión y la convivencia de múltiples actores e intereses en la ciudad contemporánea, como son, sin duda, la Política y el ejercicio del Poder, la nueva sociabilidad urbana, el Diseño de la ciudad, la Comunicación de la Innovación Urbana o la Gobernanza de estas nuevas Repúblicas de Datos en las que se han convertido nuestros territorios, en este ‘Atlas de Innovación Urbana: Liderazgo municipal y Comunicación de la Ciudad Inteligente’ nos acercaremos a la experiencias y relatos de Liderazgo, Planificación Urbana, Financiación, Marco Jurídico, Activos Intangibles, Diplomacia de Ciudades, Public Affairs, Urban Hacking o Economía Colaborativa, en una serie de tips que completan los capítulos que he venido compartiendo e Manual para Digizens, y que junto a aquéllos, terminan de dar forma a su armazón y estructura. Espero que puedan resultar útiles (y algo polémicos, también).
Capítulo (9): EL CIUDADANO EN EL CENTRO DEL CENTRO DEL CENTRO DE TODO.
Cada vez que en una flamante presentación de una iniciativa de Smart City, se alude al rol del ciudadano en el centro de la estrategia para la modernización del municipio, muere un gatito en alguna parte.
En algún lugar, a medio camino entre la letanía del fado y el machacante descaro del reggeaton, se encuentra el ritmo correcto para que baile el Ciudadano en el salón de la innovación urbana. Son varios los caminos, los métodos y las herramientas a disposición del burócrata creativo urbano, pero al final, hasta los más recalcitrantes tecnocráticos concederán que en cualquier Estrategia de Innovación Urbana para un municipio, resulta necesario incorporar un enfoque Civicéntrico (el ciudadano en el centro) a la
De todos los tópicos que pueblan el relato fragmentario de la Ciudad Inteligente en el orbe conocido, el de la emocionada llamada del orador al papel del ciudadano en todo este proceso es el que más me solivianta, especialmente por parte de aquéllos que están pensando justamente en hacer lo contrario.
Más allá del recurso argumental en el ámbito de lo políticamente correcto en el que se ha convertido esta apelación a la participación del ciudadano/los ciudadanos, y de los mitos en torno a la propia participación por los canales tradicionales, o si me apuráis, de las honestas experiencias –que las hay- que han buscado primar este rol individual y colectivo en estos procesos de Innovación Urbana, lo cierto y verdad es que en no pocas ocasiones los proyectos de Smart City no logran enganchar en modo alguno con quienes deberían ser sus destinatarios naturales, y no consiguen pasar la elemental prueba de validación de la consulta al taxista (aprovechando tu llegada a la Ciudad Inteligente que visites, pregúntale a cualquier integrante de este gremio de informadísimos notarios de la realidad sobre el proyecto Smart City del Alcalde o Alcaldesa; su respuesta te dará la temperatura de socialización del proyecto, más allá de las encuestas oficiales. Yo me he llevado gratas sorpresas).
El problema es que, más allá de la ironía que me perdonarán mis colegas, este discurso determinista, buenista y políticamente correcto en torno al papel de la ciudadanía en los proyectos (tan pragmático, como hueco), se ha colado de manera definitiva en el relato de la Ciudad Inteligente, y no parece que lo haya hecho sobre fundamentos críticos o empíricos que permitan conocer su alcance y resultados. El binomio “Tecnología-Ciudadanos recuerda, de alguna manera a aquél “Soviets y Electricidad” que invocaba el joven Lenin como fundamento esencial de la revolución proletaria. Y sabemos que no funcionó.
En todo caso, desde aquí apuntaría que una apuesta decidida por la comunicación, la transparencia y rendición de cuentas gubernamental, el buen diseño user-centered, la co-creación (cuando se pueda) de servicios y un enfoque orientado a fomentar el orgulloso sentido de pertenencia individual y comunitario a un proyecto del que se forma parte activa, deberían bastar para acabar con el eterno debate top-down/bottom up en el diseño de la Ciudad Inteligente y además, ahorrarnos no pocos minutos de demagogia polite en congresos, conferencias y keynotes.
Capítulo (10): CAPITANES DE LA INNOVACIÓN URBANA VS TELETUBBIES: DE CÓMO LIDERAZGO, IDEOLOGÍA Y COMUNICACIÓN POLÍTICA SE HAN CONVERTIDO EN LOS MEJORES VECTORES PARA LA CONSOLIDACIÓN DE UN TERRITORIO INTELIGENTE.-
Hay quien cree que en el panóptico de la Ciudad Inteligente, en la que todo se encuentra bajo el certero e inefable control que ejercen las plataformas de gestión, la política y la discrecionalidad, sobran, lo que incide, especialmente, en la forma de contar y explicar qué sea y para qué sirve una Smart City.
Por mi parte, y desde las antípodas de esa escuela de pensamiento, creo que la forma de comunicar la Ciudad Inteligente – y por extensión, la Innovación Urbana- no funciona, y habrá que cambiarla si queremos que el ímpetu que conecta Ciudad e Innovación supere la inevitable etapa del hype y pase a consolidarse como un productivo y duradero aporte a la ciencia aplicada de las ciudades, erigiéndose en testimonio tangible de la productiva e inevitable relación entre el constructo urbano, la tecnología (que llegó para quedarse) y la nueva sociabilidad que caracteriza la vida de los habitantes de las ciudades.
No en vano, y en no pocos casos, y a la luz del testimonio de determinadas conductas y reiterados comportamientos que empiezan a generalizarse, los urbanitas, los moradores de nuestras ciudades parecen haberse ido a vivir a las redes sociales, con indudable efecto sobre cuestiones propias de la convivencia y la organización de la vida comunitaria urbana como son, sin duda, la gobernanza, la participación, el urbanismo y la planificación o el quimérico compromiso ciudadano, que ha pasado a convertirse en la piedra filosofal de tantos mandatos municipales.
La apuesta por la innovación urbana -que termina convirtiéndose en un modo de ser, estar y parecer de la ciudad y de sus actores públicos y privados – implica, en no pocas ocasiones, una decisión estratégica de la ciudad y una decidida toma de postura de sus mandatarios, erigiéndose en consecuencia (y testimonio) de un nuevo liderazgo municipal, que encuentra en este vector de la innovación aplicada una herramienta y compromiso transversal de transformación –entendemos que para mejor- de las condiciones de vida en la ciudad, con evidentes efectos y consecuencias sobre ámbitos funcionales y organizativos del municipio y sobre un buen número de protocolos, procesos y decisiones que se llevan a efecto todos los días en nuestras urbes.
El compromiso radical por la innovación, por la atención y disposición permanente a sus retos y servidumbres y el estímulo a la generación de nuevas formas de entender, adaptar y gestionar la compleja realidad de las ciudades, incorporando al proceso al mayor número de actores e iniciativas posibles sólo es posible cuando de manera individual, sindicada o colectiva se consolida un liderazgo en la Ciudad que estimula ese compromiso general y al que se reconoce como motor y guía para el proceso, siendo evidente en no pocos casos de éxito que este rol de Capitanes de la Innovación, que tradicionalmente quedaba reservado a los Alcades y Alcaldesas, hoy se presenta más abierto que nunca, sumando al coro de patronos de la transformación a nuevos actores – públicos y privados- con capacidad para contagiar su ejemplo a los demás y generar un relato coral de la innovación de la ciudad.
En todo caso, no existe verdadera innovación urbana sin una estrategia esencial que marque un rumbo coherente para la ciudad y sin un liderazgo (insisto, mejor, compartido) que imponga el ritmo de necesario para la transformación y el cambio constante, contagiando esta ilusión por revisar, adaptar y mejorar cuanto ya se hace en la ciudad bajo la óptica de nuevas herramientas y estímulos que conforman, a su vez, un modo de hacer y de ser de la ciudad que la significa frente a otras (y que descansa en un estado mental generalizado de compromiso con este proceso innovador más allá del pragmatismo coyuntural y el cumplimiento estricto de un programa).
La opción por la innovación permanente y transversal de la ciudad es una consecuencia de un modo específico de entender y ejercer el liderazgo municipal y de aproximarse a los problemas y soluciones de las comunidades urbanas que nace del bagaje cultural, profesional e ideológico de quien /quienes han de tomar las decisiones que impliquen la aplicación práctica de esa apuesta radical por la innovación transformativa de la ciudad. En este sentido, y frente a quienes defienden una visión asexuada de la innovación urbana – nacida del automatismo y el determinismo tecnológico, de la estandarización de servicios y productos y que se mueve por el ámbito de lo políticamente correcto y la ausencia de ideología – algo así como una Ciudad Inteligente dirigida por Teletubbies– mantengo que la natural apuesta por el cambio en la organización y en los procesos y modos de hacer municipales que acompaña a todo proceso de innovación urbana, viene precedida por una causa esencial e indispensable que determina la opción por un modelo o por otro distinto.
Me refiero, en este punto, a la existencia de un liderazgo político catalizador del proceso, que partiendo de un acervo en el que se combinan realismo, ideología, pragmatismo y cierto enfoque de trascendencia (el inevitable legado de todo Alcalde), compromete una acción de gobierno coherente con este espíritu innovador y transformador que afecta –como una virtuosa epidemia – a todos los ámbitos en los que la gestión municipal se despliega, abriendo un diálogo productivo con otros liderazgos concurrentes en la Ciudad (liderazgo empresarial, cultural, social, académico) que implica a los distintos actores que participan del diseño y ejecución de esta estrategia de innovación urbana y componen el relato polisémico y plural que define a un territorio como espacio fértil para la innovación.
En este estado de cosas, la búsqueda de un nuevo tono, ritmo y frecuencia para el relato de la Smart City, menos encorsetado y más libre y poliédrico, se convierte en una necesidad indeclinable para el éxito de iniciativas de innovación urbana aplicada y en testimonio de un liderazgo inteligente de la ciudad, indispensable en nuestros días si se trata de sumar el máximo consenso a un proyecto que se pretende duradero, más allá de las vicisitudes electorales o los cambios y sacudidas (cada vez más frecuentes) de ciclo económico y presupuestario.
En este sentido, y a modo de ejemplo, y tal vez por errores de enfoque, razones coyunturales, programas electorales y cierta justicia iconoclasta a la que no escapan los cambios de ciclo político, puede llegar a sorprender la diáspora de equipos y profesionales que se ha producido de manera recurrente en no pocos Ayuntamientos liderados por gobiernos de la España municipal (desde donde escribo) que hicieron del relato de la Smart City su bandera, y que tras el vuelco político han reorientado (al menos, de momento) su agenda de gobierno y sus preferencias hacia cuestiones menos elevadas y tal vez mejor explicadas y entendidas por la ciudadanía. En este país, que alumbró la RECI (Red Española de Ciudades Inteligentes) y que cuenta con vibrantes testimonios de Ciudades Inteligentes de los que se habla mejor fuera que dentro, todavía es pronto para valorar esta nueva agenda municipal de la innovación urbana y su efectivo alcance y recorrido públicos.
En todo caso, si convenimos que los quiromantes y visionarios (en el más estricto sentido del término), los solo-tecnólogos, los salva-patrias, los vendedores de bisutería smart y los prestidigitadores del digital (tan necesarios y pertinaces en el momento de alumbramiento de un concepto como el de Ciudad Inteligente, como prescindibles conforme aquél se transforma y gana peso alcanzando la categoría de paradigma) han estado a punto de arruinar el relato de la Innovación Urbana a fuerza de reducirlo a la jerga comercial y al slang de los procesos, las plataformas y las medidas, exprimiendo sus ubres hasta abocarlo a una muerte anunciada por aburrimiento, parece llegado el momento de dar paso a un nuevo modo de concebir y contar la Ciudad Inteligente, uniendo a la orquesta de virtuosos a otros profesionales y enfoques más abiertos y dinámicos y a la colaboración y el compromiso de quienes habitan y dan carácter a las ciudades y territorios. Son los ciudadanos, nuestros Digizens, quienes han de estr dispuestos a comprometerse con proyectos identitarios y de progreso, en los que la participación y la contribución abierta y horizontal sea algo más que un ejercicio de autobombo y retórica pública.
Estamos escribiendo un capítulo más de la batalla por el liderazgo urbano, latente e incruenta, que se desarrolla entre Alcaldes y Alcaldesas que son Capitanes de la Innovación Urbana y los Teletubbies asexuados que nos presentan algunos como role model político idóneo para la ciudad previsible de las plataformas, en la que todo obedece a un patrón anticipable. [Huir].
Una respuesta para “CAPITANES DE LA INNOVACIÓN URBANA”