Se habla mucho de Ciudades Inteligentes. Sea para ensalzarlas, sea para vapulearlas (especialmente en España no conocemos el término medio), las Smart Cities se han abierto camino en la agenda de los medios de comunicación y en la de los scholars (no tanto en la de los políticos e instituciones), inundando internet con ríos de tinta digital en los que se navega entre sus virtudes y defectos, no siempre en la más feliz de las singladuras.
Sin embargo, por evidente que pueda parecer, el concepto lo componen dos palabras, y de las dos, el término Inteligente ha terminado por sepultar al de Ciudad, alimentando un potente relato sobre el despliegue de sistemas, servicios y utilidades urbanas que ignora, de manera sistemática, la componente territorial, física o espacial de la Ciudad y su forma y sustancia, como producto cambiante que es de la acción colectiva y agregada –histórica- de multitud de ciudadanos y coyunturas que la han ido perfilando a lo largo de los siglos.
En efecto, la vertiente territorial de la Ciudad Inteligente es, todavía, terra incognita entre la heterodoxa doctrina que conforma el cuerpo de especialistas en la Smart City, y lo es, aun más, la reflexión sobre el impacto de la tecnología en las formas de ocupación del espacio urbano (sea público o privado), y sobre su capacidad para influir positivamente en el diseño y ordenación de estos lugares de la ciudad, pues lamentablemente nos movemos todavía en un marco táctico en el que se hace más que necesaria la superación de las barreras intelectuales y profesionales –silente guerra de trincheras- que impiden un enfoque interdisciplinar entre los saberes y utilidades que analizan la Ciudad en su complejidad. Desde luego, el modelo Oxbridge no ha triunfado todavía entre los urbanistas, arquitectos, ingenieros, consultores y actores ciudadanos que pugnan por escribir el relato de la Smart City que vendrá, por parcial y aburrido que éste pueda resultar para el espectador.
En este sentido, la ordenación inteligente del espacio de la ciudad cobra una especial relevancia en un contexto de apertura de una ventana de oportunidad para la innovación en el marco de la forma y la función urbana, modeladas por el despliegue de soluciones tecnológicas que deben ser incorporadas transversalmente tanto a los procesos de diseño y planeamiento de la ciudad y sus infraestructuras (actuando sobre los greenfields, pero especialmente sobre los brownfields) como a la efectiva ocupación y aprovechamiento del espacio urbano en la Ciudad Inteligente, con definición de usos mixtos y flexibles (y aun reversibles) de lugares e instalaciones que satisfagan las necesidades primarias de los ciudadanos y las conviertan en verdaderos ecosistemas para la innovación y el intercambio entre los actores que se mueven en las distintas capas digitales/reales de la ciudad.
En este proceso de reflexión sobre el diseño y definición de los espacios de una ciudad mejorada por la tecnología, los conceptos de Co-workingo Third Spaces/o Terceros espacios entre el trabajo y el hogar no son ajenos al contenido de este blog sobre ciudades e innovación, pues ya tuvimos ocasión de avanzar algunas reflexiones sobre este sub-producto de la Smart City en el post sobre el volumen ‘SENTIENT CITY: UBIQUITOUS COMPUTING, ARCHITECTURE, AND THE FUTURE OF URBAN SPACE’, que escribimos ya hace algunos meses.
En síntesis, y bajo la pregunta “Why do we work in office buildings?” (“SITUATING KNOWLEDGE WORK IN CONTEMPORARY PUBLIC SPACES: BREAKOUT! ESCAPE FROM THE OFFICE”) nos planteábamos un desafío al tradicional concepto del trabajo en espacios (oficinas) diseñados ad hoc, proponiendo una escapada profesional a los denominados third spaces, caracterizados por ser lugares híbridos, de transición entre el hogar y el puesto de trabajo, en los que la existencia de recursos tecnológicos, por un lado, y la interacción positiva con terceras personas en el marco de la jornada laboral, constituían un acicate para la innovación y la generación de valor añadido en entornos urbanos cada vez más conectados e inteligentes.
Superada la época del Capitalismo Pastoral (no dejéis de visitar la interesante reseña de Manu sobre la obra de Louise A. Mozingo en torno a la evolución de los Corporate Landscapes Sub-urbanos en la América de las grandes corporaciones), y reivindicando el regreso a los espacios públicos y compartidos de las tareas laborales (que fueron recluidas en las imponentes torres de oficinas durante el siglo XX, rompiendo la tendencia que dominó nuestra sociedad durante 5.000 años), la reflexión sobre la creación y fomento de Terceros Espacios en la ciudad en los quepueda desarrollarse parcialmente la actividad profesional, adquiere especial importancia en un marco como el actual en el que la progresiva implantación de soluciones tecnológicas en el ámbito de las empresas (fundamentalmente el desarrollo del Cloud, la virtualización de los escritorios de trabajo y la profusión de Aplicaciones y Office Suites para tabletas) permiten demostraciones empíricas de los beneficios en términos de productividad laboral y satisfacción del trabajador surgidos de las iniciativas de promoción de espacios en los que practicar la colaboración interdisciplinar y trans-organizacional.
Desde luego, la irrupción de iniciativas vinculadas al co-working o el face-to-face collaborative working, la innovación abierta y el establecimiento de knowledge workgroups en los denominados Third Spaces (cafés, restaurantes, pero también plazas, corredores, pasillos corporativos etc) ha provocado una marea de iniciativas privadas y una legión de entusiastas y usuarios de los Terceros Espacios, además de una corriente intelectual en el ámbito de la organización laboral y empresarial que considera imprescindible el avance hacia soluciones espaciales y virtuales que permitan el intercambio fructífero entre empleados y profesionales ubicuos, revolucionando, no sólo la forma de trabajar, la cultura de las organizaciones y las prácticas de gestión y recursos humanos en las empresas, sino también, y no menos importante, el diseño y aprovechamiento de los espacios físicos y sus funcionalidades (infraestructuras de telecomunicación, mobiliario, iluminación etc).
Superados los recelos empresariales en el ámbito de la seguridad de la información y la de los equipos móviles de trabajo con la implantación de servicios en la Nube (lastres tradicionales para la virtualización de los desktops y para el ejercicio de las actividades profesionales remotas) y ganando popularidad los modelos de negocio que apuestan por el BYOD (Bring Your Own Device- trae tu propio dispositivo electrónico al trabajo, fundamentalmente Tablets, Ipads etc) las reflexiones sobre la itinerancia laboral y el favorecimiento de la colaboración horizontal en el marco de la empresa y la tendencia creciente al aprovechamiento comunal del espacio disponible, traerán, sin duda, consecuencias sobre la ocupación del territorio en las ciudades, la regeneración y re-cualificación de espacios urbanos vacantes y obsoletos, así como sobre el proceso de toma de decisiones administrativas y políticas que acaban con la redacción de instrumentos de planeamiento urbanístico que en pleno siglo XXI siguen protocolos e inercias más propios del siglo XIX, no obstante los recursos tecnológicos disponibles.
En este sentido, habría llegado ahora el momento de acabar con las resistencias de muchas organizaciones (y las de sus dirigentes) a conformar espacios reales y coyunturas temporales en las que la reconocida la innecesariedad de un permanente “face time” en el ámbito de las relaciones laborales, se permita la innovación abierta, el co-working y el crowdworking (de resonancia virtual) entre los trabajadores, reservando lugares híper-conectados en el ámbito territorial de las ciudades para la interacción laboral y cuya capacidad y características habrán de ser definidas previamente como tales en los Planes Generales (urbanismo), en los planes de comunicaciones e infraestructuras municipales (comunicaciones y transportes inteligentes) y en los recurrentes proyectos arquitectónicos que puedan plantearse bajo el paradigma de los Third Spaces en la ciudad y la empresa.
De manera reciente, y en dos planos de análisis ciertamente dispares, las virtudes de la provisión de espacios híbridos en los que pueda favorecerse la innovación abierta y el trabajo colaborativo y la repercusión de la tecnología en el diseño transversal de estos lugares de transición han sido tratadas, respectivamente, por el periodista y consultor Antonio González Rubí en su artículo “Coworking’: ecosistemas para la innovación” (desarrollado en el marco de su proceso de investigación junto a Juan Freire para la redacción de su libro “Manifiestocrowd” de próxima aparición) y por el estudio impulsado por Microsoft “The Anywhere Working City” (Linda Chandler y Philip Ross), reclamándose, en ambos supuestos, la necesaria transformación de las condiciones de trabajo, de los modelos organizativos y las formas de utilización del territorio en el marco de una sociedad red híper-conectada, (Smart City) que estimule la exploración de nuevos ecosistemas productivos.
Del mismo modo, el desarrollo de infraestructuras de banda ancha de alta velocidad, el impulso del BYOD en el ámbito laboral, la creación de sistemas inteligentes de transporte (el smart pricing, por ejemplo) y la conformación de verdaderos espacios híbridos y de transición (in-between spaces, en su original acepción inglesa), favorecerá la creación de una Ciudad Policéntrica en la que la activación de distintos nodos (workclusters), relacionados por potentes corredores de conectividad (física y virtual) se traducirá en un aprovechamiento del territorio más racional, en una reducción de los tiempos dedicados al commuting y los umbrales de gasto de las empresas, así como en la caída de las emisiones de Co2 asociadas al transporte masivo de trabajadores.
En este mismo ámbito de reflexión, que subraya algunas de las virtudes del despliegue de la smart city que normalmente pasan desapercibidas para quienes las defienden o las demonizan con idéntico ahínco, cabría detenerse en las consideraciones sobre las muy actuales cuestiones de identidad, pertenencia y auto-conciencia de la propia ubicación del individuo-ciudadano-trabajador súper-conectado en tiempo real en la miríada de redes físicas y virtuales de las que forma parte, sea durante su tiempo de trabajo, sea durante sus desplazamientos o su tiempo libre, como recientemente han descrito Eric Gordon y Adriana de Souza en su obra Net Locality: Why Location Matters in a Networked World. (lástima que sus ejemplos prácticos de los autores se remonten a 2 años atrás, una eternidad en Internet). Lamentablemente, estas cuestiones, que apuntan al proceso de Foursquarización (perdón por el palabro) en la percepción del espacio urbano y nuestra presencia en él escapan al contenido de este post, no obstante prometo volver sobre ellas más adelante y de manera específica.
Por último, si podemos convenir que, en buena medida, la forma, función e identidad de nuestras ciudades viene definida, también, por el trabajo que desarrollamos en ellas (realidad más acusada en los distritos de negocios o financieros), el impulso de experiencias fructíferas de liberación conectada del individuo del espacio físico de su oficina “the city is the office” repercutirá sobre nuestro proyecto de Ciudad Inteligente y obligará a la cooperaración sincera y sin recelos entre los profesionales de aquello que tradicionalmente se ha llamado “hacer ciudad”(Arquitectos, Urbanistas, Abogados, Geógrafos) y los nuevos actores del campo de la tecnología (en este ámbito, Barcelona ha sido ejemplo de integración funcional de Departamentos municipales con competencias sobre la ciudad (urbanismo/medioambiente/tecnología) con la creación de una Gerencia de Habitat Urbano).
Del mismo modo, en la era de Twitter, del Open Data, de los Community Managers y de la permanente alteridad del homo smartensis con sus pares, las iniciativas de ordenación territorial de la Ciudad Inteligente, requerirán de flexibilidad en los postulados y ordenanzas (son interesantes las reflexiones sobre la adopción de usos temporales y reversibles sobre los espacios (públicos y privados) de la ciudad), del impulso real de la participación colectiva en los procesos de decisión o crowdsourcing urbanístico(creo, que en este ámbito, la relación entre autoridades y asambleas genera más recelos que beneficios; tal vez sea más interesante, barato y efectivo promover estrategias de influencia online en la agenda de los medios de comunicación y los políticos usando la enorme potencia de las redes sociales) así como de la adopción de iniciativas singulares, desde el ámbito del City Hacking hasta el del denominado Pop-Up Urbanism o Urbanismo Tácticoque concilien las restricciones presupuestarias de las ciudades con las interesantes iniciativas de diseño y utilización y gamification del espacio público nacidas desde los ámbitos más elementales de la ciudad (sus calles, por ejemplo), y sufragadas por donantes en el marco del Crowdfunding urbano.
En este sentido, y aunque podemos encontrar multitud de ejemplos de aprovechamiento colectivo/ laboral de estos espacios de transición (como tantas veces, ya existe verbo en inglés para la actividad de frecuentación de estos Third Spaces, el “Thirding”), cada lugar y organización debe encontrar su propia fórmula hacia el éxito en este campo, pues las recetas de carácter general hace tiempo que se han probado ineficaces en el ámbito de la innovación.
De igual manera, sorprende que, frente a la revolución total que se intuye de la mano de esta deslocalización de la fuerza de trabajo y su dispersión por la ciudad, los espacios públicos, las zonas con aptitud para convertirse en corredores de conectividad entre lo doméstico y lo laboral, al margen del elemental despliegue de redes wi-fi, continúen diseñándose y equipándose de manera totalmente ajena a este aprovechamiento híbrido de los Terceros Espacios (mobiliario urbano inteligente, conexiones eléctricas en los bancos o autobuses, check-in con smartphones en lugares de utilización colectiva, banners que reflejen la escena virtual conectando en tiempo real la capa digital (Twitter, por ejemplo) con quienes transitan o trabajan en una plaza etc), (¿hay empresas de mobiliario urbano o Ayuntamientos que tengan propuestas en este campo?) renunciando a los beneficios que estas simples acciones, que se basan en una toma inteligente de decisiones pro futuro para la ciudad pueden generar en el ámbito del reforzamiento de la identidad ciudadana y en el de la adopción de efectivas políticas de place-making y marketing de Ciudad Inteligente en épocas de escasez de recursos financieros.
El futuro de estas iniciativas está por explorar. De momento, yo he escrito este post desde casa, trabajando sobre mi escritorio virtual y con la compañía de las Tres Gymnopédies de Erik Satie de fondo…
Para ulteriores lecturas, visitad:
http://www.usatoday.com/life/2006-10-04-third-space_x.htm (Los Third Spaces, en época tan temprana como 2006)
http://www.bitc.org.uk/resources/case_studies/afe_2976.html (Eversheds, Abogados dela City londinense apuestan por el flexible working)
http://siliconangle.com/blog/2011/07/26/citrix-sees-a-byo-utopia-for-the-office-of-the-future/ (BYOD Utopia para la oficina del futuro, por Citrix)
http://futureofmuseums.blogspot.com.es/2012/04/experience-design-future-of-third-place.html (El futuro de los museos como Terceros Espacios)
http://popupcity.net/2012/01/trend-1-crowd-funded-urbanism/ (La visión de Pop Up City sobre el Crowdfunded Urbanism)
http://dmergent.org/2012/04/10/why-i-love-the-third-space/ (Una curiosa e interesada reivindicación, en clave religiosa, de los Third Spaces. Jesus used “third spaces” all the time, places that are not church and not home…)
http://www.laopiniondemurcia.es/murcia/2012/01/12/crowdfunding-financiacion-colectiva-llega-ciudad/377548.html (Iniciativas de Crowdfunding en ciudades españolas)
Saludos Pablo,
Excelente artículo, muy completo y rico en fuentes. Hace unas semanas asistí a la sesión que organizaron en Sevilla Juan Freire desde el laboratorio de tendencias, acerca de estos aspectos.
Una de las cuestiones que se trataron, (para mi de las más relevantes), fue la definición de ese tercer espacio que comentas, híbrido entre el espacio doméstico y el del trabajo, que creo va a configurar el los próximos años, (o décadas) la tipología de muchas nuevas arquitecturas, y por lo tanto tambien de la ciudad.
Me parece por tanto fascinante, que esta «redefinición de procesos» en lo relacional y en lo digital (por tanto en un ámbito intangible), comience a dejar su huella en el componente físico de las ciudades.
Enhorabuena por el artículo, lo citaré en una mini-investigación que estoy preparando.
Saludos!
Ricardo, gracias por tu comentario y apoyo. Desde luego, comparto contigo el interés por la repercusión del plano intangible en el ‘hardware’ de las ciudades y la necesidad de buscar nexos entre ambas realidades, generando espacios-eventos en los que los que se pueda trabajar, relacionarse y ‘entretenerse’.
Te ruego que me tengas al tanto de tu trabajo e investigaciones. Suerte.
Saludos,
Perfecto! Estaré atento a tu blog, me suscribo al feed.
Saludos!
Enhorabuena por tan interesante reflexión.
Más allá de entender la ciudad del “futuro” como soporte físico de la tecnología creo que debemos entenderla como soporte social en el que poder desarrollar nuestra actividad.
Empresas de primerísimo nivel están invirtiendo esfuerzos en identificar y desarrollar nuevas posibilidades de negocio en el nuevo modelo de ciudad inteligente. No obstante, parece haber una alarmante ausencia de profesionales del urbanismo en este caldo de cultivo que tiene como soporte la Ciudad (con mayúsculas).
Desde mi punto de vista, dotar al entorno en el que vivimos de la necesaria flexibilidad – legal, espacial y formal – constituye un reto apasionante y un requisito indispensable para cualquier asentamiento inteligente que se precie.
Gracias por tu aportación, Pablo.
Paula París
Especialista en arquitectura y urbanismo de bajo consumo energético.
Paula, gracias por tu comentario. Estoy muy de acuerdo con tu planteamiento, y con tu denuncia de la falta de profesionales del urbanismo en este campo de trabajo (habría que empezar por un examen de conciencia entre el colectivo), aunque creo que esto está cambiando. Desde luego, la flexibilidad, la capacidad de adaptación y la audacia se imponen como criterios para la ordenación y regulación de entornos inteligentes.
Saludos,