An article by Pablo Sánchez Chillón, Lawyer, International Speaker, Strategy and Public Affairs Advisor and Urban Advocate. Pablo is Co-founder of Eolexcitylab, Sánchez Chillón, Urban Innovation Advocates, Consultants & Lawyers (Spain).
Pablo is the Director of Foro Global Territorio & GlobalGOV and Chief Editor of Urban 360º. This article is published with the support of GlobalGOV & Foro Global Territorio | Thanks for supporting us.
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Fue inevitable.
Una de las múltiples consecuencias del colapso del gran monopoly inmobiliario que asoló nuestro país (más allá de las nefastas proyecciones de futuro aireadas por los frecuentes expertos que pueblan las tertulias y columnas de los diarios) consistió en la aparición en nuestras ciudades de un buen número de espacios urbanos en los que, por diversas razones y proyectos frustrados, impera una suerte de vacío de forma y función, que, en lo que interesa a este artículo, supone una suerte de agresión a la cultura de la integración formal que caracteriza a nuestras sociedades.
A diferencia de lo que ocurre con otras ciudades y geografías, especialmente con aquellas de la ciudad difusa norteamericana en la que impera el sprawl como forma de colonización del territorio, nuestra relación cultural con el espacio ciudadano (conformada durante siglos de compactación de una urbe que fue edificándose sobre las ruinas de las que la precedieron) presenta un incontestable sesgo hacia el horror vacui o miedo al vacío en la ciudad, que nos impide aceptar la permanencia en el tiempo de espacios vacantes, sean estos solares, edificios abandonados o instalaciones obsoletas que rinden tributo a la decadencia, la avaricia, el desuso y la obsolescencia de nuestras ciudades.
Mantenemos, pues, que la cuestión de la urgente ocupación del espacio vacío en nuestras ciudades, como actitud ciudadana, es netamente cultural, no resultando extraño que la inquietud y desasosiego del urbanita ante el espacio urbano vacante se traslade de inmediato a la agenda de los gestores de la cosa pública, dando lugar a numerosas ordenanzas y textos legales que tratan de impedir el fenómeno de la discontinuidad urbana municipal. En este sentido, y hasta fechas recientes, el destino que esperaba al espacio vacante, era, sin remisión, el de ser completado con la edificación o la infraestructura proyectada, integrando una trama urbana contínua y compacta, para sosiego del habitante de nuestras ciudades. La realidad de nuestros días nos enseña, sin embargo, que la frustración de numerosos proyectos de edificación sobre solares a los que aguarda un destino incierto, puede convertirse, de la mano de la tecnología y la creatividad, en verdadera ventaja competitiva para nuestras urbes y en método para el aprovechamiento común y ciudadano de espacios que de otra manera constituirían incómodas islas en nuestros municipios.
Pese a producirse durante los últimos años una general aceptación de la dispersión de la ciudad como forma de desarrollo (incorporando a las periferias nuevos espacios de urbanización difusa que han creado un nuevo tipo ciudadano, el denominado commuter, que ha abandonado el centro de la ciudad al que sólo regresa para trabajar y divertirse) es interesante comprobar cómo cada municipio español se ha dotado de normas que, al menos teóricamente, obligan a edificar forzosamente al propietario de un solar, dando carta de naturaleza a una serie de disposiciones legales que imponen plazos brevísimos para la elevación de los inmuebles e instalaciones una vez han sido urbanizados los terrenos y que penalizan al propietario o promotor de una actuación por no cumplir con esta obligación de incorporar estas islas de vacuidad al colapsado parque urbano de nuestras ciudades.
La razón de ser de estos textos normativos (que se descubre en sus exposiciones de motivos), no es otra que dar respuesta a ese horror al vacío ciudadano tan arraigado en nuestra cultura y que reclama la ejecución forzosa de los proyectos y la pública sanción a quien impide que las piezas del tablero ciudadano se auto-completen, integrando (muchas veces con edificaciones e instalaciones francamente prescindibles) los huecos que transitoriamente jalonan la trama de las ciudades. Un espacio vacío en la ciudad (especialmente un solar vacante) DEBE, a juicio del común, ser inmediatamente completado conforme a su destino según la ordenanza municipal , aunque esta decisión, cuyo resultado pueda resultar discutible desde el punto de vista arquitectónico y urbanístico, no presuponga el enjuiciamiento de las causas que han generado tal vaciamiento de la ciudad (y que, además de las vicisitudes del mercado inmobiliario muchos autores han atribuido a la creación de suburbios y “exurbios”periurbanos).
La rigidez de las normas edilicias, las inercias en materia urbanística, y aun, la vigente mentalidad de vecinos y autoridades, deben ceder terreno a nuevas formas más flexibles de entender nuevos usos y destinos transitorios para este patrimonio de la ciudad (público y privado), permitiendo desarrollar y ejecutar proyectos con fecha de caducidad en los que el consenso sobre la necesidad de dotar de aprovechamiento útil a estas piezas urbanas y su carácter efímero a priori (el plazo es negociable) darían respuesta a esa inquietud ciudadana ante el vacío urbano impulsando dinámicas interesantes para la urbe en las que la tecnología y la creatividad ciudadana deben jugar un interesante papel.
Las experiencias vividas en otros lugares nos ayudarán a entender este planteamiento. La actitud de horror ante el vacío –tan culturalmente nuestra como otras más literariamente explotadas– contrasta, pues, con la que asola (en la doble acepción del término, pues es una desgracia que se produce bajo el inclemente sol meridional) a las ciudades del denominado Sunbelt norteamericano, y sobre las que vuelve una y otra vez en su obra ensayística el Arquitecto sevillano Carlos García Vázquez, autor del ensayo de reciente aparición Antípolis. El desvanecimiento de lo urbano en el Cinturón del Sol (Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 2011, ISBN 978-84-252-2409-6).
La expresión Cinturón del Sol (Sunbelt) designa la franja de Estados Unidos comprendida entre el paralelo 37 y la frontera con México. En esta franja se ubican los catorce estados y las decenas de ciudades que el autor analiza en su libro: Los Ángeles, Phoenix, Dallas, Houston, Atlanta, Miami, etc. Sin embargo, y en la búsqueda de un paradigma cultural específico para el Cinturón del Sol norteamericano, el autor nos revela que este Sunbelt es algo más que un término geográfico o un hallazgo literario: “es un estilo de vida; un cóctel compuesto de conservadurismo político, ultraliberalismo económico, modos de vida suburbanos, alta movilidad, buen clima y ocio” (¿conocéis la receta?).
La Antípolis americana, formada por miles de casas unifamiliares que no generan ni calles ni plazas en el sentido que aquí las conocemos, como tampoco lo hacen sus bloques de oficinas o sus centros comerciales, constituye una suerte de inmenso espacio disperso en el que la forma construida resulta anécdótica, y dónde el despliegue de los dispositivos tecnológicos de la smart city, más que a un esfuerzo por proveer servicios colectivos e interconectar a los ciudadanos, obedece a un objetivo finalista de dotar de auto-determinación funcional a viviendas e instalaciones, que no precisan más de la ciudad (en su más amplio sentido) para subsistir y consolidarse. La generación de espacios públicos de convivencia -al margen de los denostados malls – es irrelevante en buena parte de estas ciudades del cinturón del sol norteamericano.
En este sentido, la intuición, la experiencia comparada y la propia eficiencia y rentabilidad de los sistemas y dispositivos nos enseñan que el éxito del despliegue de la ciudad inteligente que muchos preconizan como el futuro inmediato de nuestras urbes europeas resulta incompatible con la dispersión urbana y el urban sprawl que ha contaminado (sin condenarlos) los planes urbanísticos de nuestros municipios, y tal vez, esta afirmación comparta el mismo sustrato ideológico que nos impide aceptar, como vecinos y ciudadanos, el vacío como constante en nuestra ciudad compacta. Tecnología y compacidad de la urbe serían, pues, el binomio primero e indisociable para el establecimiento de la smart city, que lejos de convertirse en una suerte de ‘utopía tecnológica’ M2M encontraría una pre-disposición cultural para su despliegue.
Así pues, y continuando con el ejemplo de Carlos García Vázquez, y tomando como base para el análisis las características morfológicas de ciudad difusa norteamericana presentada por el autor, aquejada por el urban sprawl (que es un given name para metrópolis como Los Ángeles), el contraste entre el ADN de esta Antípolis meridional americana con nuestra realidad nos permite señalar las notables diferencias que se producen entre la indolente actitud norteamericana ante el desvanecimiento de la ciudad (si acaso existe como tal en algunos enclaves del Sunbelt americano) y nuestro aborrecimiento cultural del vacío y la discontinuidad urbana, que ponen de manifiesto una divergencia radical de la relación ciudadano/espacio en los dos ámbitos geográficos, intuyendo unos caminos divergentes en la conformación futura de la ciudad inteligente a ambos lados del Atlántico.
En este sentido, el caso de Houston es extraordinario.
La capital del estado de Texas es paradigma de la permanencia del vacío y la implosión de la forma urbanística de la ciudad, dando lugar a lo que Albert Pope describió como la deriva hacia “un estado superurbano donde la ciudad desaparecería engullida por sí misma, y en concreto, por su arquitectura”. (Pope, Albert, Ladders, Architecture at Rice/Princeton Architectural Press, Houston/Nueva York, 1996). Sometida a un severo programa de demoliciones ordenadas por las autoridades tejanas tras la obsolescencia sobrevenidad e su parque urbano y herida de muerte por el progresivo abandono de la inner city por sus ciudadanos que huían más allá de los nuevos rings y autopistas, Houston vio desaparecer, en pocos años, el paisaje y la forma de la ciudad, generando una serie de espacios vacíos en la trama urbana que aniquilaron su downtown y que, aun hoy sobrecogen a quienes la visitan.
No en vano, tan sólo 2.500 personas residían en 2004 en el downtown houstoniano frente a los millones de ciudadanos que se refugiaban de los demás en sus self-sufficient houses desperdigadas a lo largo de kilómetros a la redonda y en las que, en nuestros días, la alteridad y el rapporto altrui se manifiesta, no ya en plazas y calles inexistentes, sino a través de la generación de espacios virtuales de la mano de redes e “invitaciones a conectar”. Además, ante la ausencia de una cultura de la ciudad y lo ciudadano (la identidad va por otro lado) los espacios vacantes de esta urbe no han sido reivindicados por la ciudadanía para el establecimiento de nuevos usos y aprovechamientos, sino que han tenido un destino más elemental e improductivo: el de convertirse en enormes playas de aparcamiento, como revelan las fotografías.
Como combinación entre la paradigmática reacción frente a la aparición de territorios vacantes en nuestras ciudades y la reivindicación de espacios urbanos para el aprovechamiento colectivo, han surgido, durante los últimos meses, diversas iniciativas que han promovido la implantación de usos y actividades comunales en espacios orillados por la urbanización y la edificación y que, integrantes de ese archipiélago urbano de la vacuidad, gozan de un marcado carácter de centralidad en la ciudad. Las propuestas de sus impulsores han buscado consolidar acuerdos de utilización temporal de espacios de titularidad privada que han sido colonizados por elementos efímeros de arquitectura, soluciones urbanísticas y de paisaje que valorizan su aprovechamiento y los dotan de un contenido funcional claro, integrando el vacío de la ciudad con interesantes iniciativas.
Además, la interacción en estos espacios de los ciudadanos con las tecnologías smart y la extensión de recursos derivados del open data ha dado lugar a recurrentes proyectos que nos han presentado el lado más humano de estos nuevos lugares inteligentes en los que la voluntad colectiva, cierto apoyo admnistrativo y el reconocimiento general han impulsado la creatividad y la conformación de third spaces para el ocio, pero también para el trabajo y el desarrollo de actividades culturales en la ciudad, reforzando los lazos identitarios y el sentimiento de pertenencia al territorio de unos ciudadanos que se ven, también, como actores globales en un mundo interconectado (glocalidad).
La disposición física de espacio aprovechable y el despliegue en estos nuevos lugares digitales de mobiliario urbano inteligente y piezas funcionales con capacidad de acogimiento para las redes y dispositivos, potencia ad infinitum las posibilidades de su uso por la ciudadanía, impulsando experiencias como el co-working o las instalaciones digitales que propugnan una ocupación proactiva del espacio (público y privado) comunalizado.
Nos referimos, en este punto, a proyectos como el popular (2014) estonoesunsolar desarrollado por Gravalos y Di Monte en una Zaragoza sumida en la indigestión de la Expo Universal y en la que, de la mano de la inquietud de sus impulsores, de la mediación municipal y con una escasa inversión se ha logrado recuperar –temporalmente (y esa es la clave de su viabilidad) -espacios condenados al ostracismo y la obsolescencia para un uso ciudadano, que va desde la implantación de huertos urbanos (recreación idílica del agro perdido) hasta el despliegue de instalaciones para el ocio digital, cuyas virtudes y méritos han sido reconocidos con numerosos premios y menciones, además de con la gratitud de los urbanitas zaragozanos.
En la misma línea, y como muestra de una relación fructífera entre tecnología, espacio público y desarrollo de elementales formas de nueva participación urbana, podemos evocar el interesante proyecto de activismo urbano digital –vía sms- denominado SMSSlingshot, y que, desarrollado por VR URban que formó parte de la exposición colectiva “TALK TO ME” desarrollada en el MOMA de Nueva York en julio de 2011.
Talk to Me, según describen su promotores, “was an exhibition on the communication between people and objects that opened at The Museum of Modern Art on July 24th 2011. It featured a wide range of objects from all over the world, from interfaces and products to diagrams, visualizations, perhaps even vehicles and furniture, by bona-fide designers, students, scientists, all designed in the past few years or currently under development”…
¿Quién dijo que las Ciudades del S.XXI tenían que ser aburridas?
Para ulteriores lecturas:
http://ggili.com/es/tienda/productos/antipolis (Antipolis, el ensayo de Carlos García Vázquez en GG)
http://vaciosurbanos.blogspot.com/ (blog que analiza los espacios vacíos urbanos)
http://wp.moma.org/talk_to_me/installation-ideas/ (algunas de las instalaciones que se exhibirán en el MOMA)
http://urbanohumano.org/wp-content/uploads/downloads/2010/10/Espacios_Sesnibles_Domenico_Di_Siena_low1.pdf (un interesante y sesudo análisis, dentro de un proceso de investigación ambiciosamente amplio de su autor, de la Hibridación físico-digital para la revitalización de los espacios públicos, por Domenico di Siena de urbanohumano.com)
gracias, un post muy interesante
Patrizia, lo interesante es vuestra iniciativa; yo me limito a relatarla.
In bocca al lupo con vuestros proyectos.
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