UNDER CONSTRUCTION: LAS MÚLTIPLES Y POLISÉMICAS ACEPCIONES DEL TÉRMINO ‘SMART CITY’. UNA REFLEXIÓN SOBRE EL 13º BDIGITAL GLOBAL CONGRESS DE BARCELONA.-

Apenas regresado del 13º BDIGITAL GLOBAL CONGRESS DE BARCELONA, os propongo unas reflexiones sobre lo que hemos podido ver durante estos días (lunes y martes)en el recinto del Caixa Forum, y en especial, en relación con el objeto del encuentro, el “mundo inteligente” y las smart cities. En este Congreso, en el que se han dado cita algunas de las ciudades con un proyecto de futuro inteligente (Santander, Lleida, Sant Cugat, Paredes-Plan IT Valley), los pensadores e ideólogos de esta rama del pensamiento urbanoy las compañías que desarrollan sistemas, procesos y artefactos para el advenimiento de la ciudad inteligente, nos ha permitido reflexionar sobre algunas de las cuestiones relacionadas con la interacción de tecnología,  espacio ciudadano y servicios públicos, que intentaremos explicaros.

En primer lugar, empezaremos con una reflexión algo circunstancial, pero que confirma la sospecha que veníamos albergando sobre el escaso papel que en nuestros días asumen los profesionales de la arquitectura y el urbanismo (salvo contadas excepciones) en la conformación y diseño de las ciudades del futuro (que son ya del presente). Lamentablemente para los arquitectos, abogados y geógrafos, los apóstoles de las smart cities nutren sus filas con los tecnólogos e ingenieros, que monopolizan el discurso sobre las ciudades inteligentes. Esta realidad -que no señala culpables ni apunta a justificaciones corporativistas, cada cual sabe qué le interesa- impone la pujanza de un discurso práctico y a veces descarnado sobre la implantación de las nuevas ciudades y distritos, cuya ordenación no se basa en la organización del espacio y el volumen o los usos a implantar sino en la extensión (deployment, fue el anglicismo más empleado) de las redes digitales y de sistemas y las plataformas de wifi y wifi-max.

Del mismo modo, y no necesariamente como causa-efecto de la primera reflexión, en un entorno copado por los tecnólogos y el pragmatismo, en ciertos momentos de exposición del discurso es notable el serio problema de comunicación del mensaje sobre qué son las smart cities, cuáles son sus contenidos y objetivos y cuál es el papel de la tecnología, las administraciones y los ciudadanos en la conformación del futuro prometedor que anticipan los proyectos en ciernes. A veces no basta tener una buena idea y un mejor proyecto si no sabes comunicarlo a los stakeholders,  pues no obstante su asistencia a congresos, ponencias y charlas sobre las ciudades inteligentes, pueden llegar a sufrir un cierto aturdimiento tecnológico que les impida conocer suficientemente las virtudes y beneficios de la implantación de la smart city.

En segundo término, y sin negar las  virtudes de este vertiginoso proceso de evolución tecnológica, durante estos días he tenido la sensación de que asistimos a un proceso de confianza ciega en la capacidad de las  TIC para dar solución a los problemas que caracterizan a nuestras ciudades (sean estos muchos, pocos o ninguno), proyectándose una ambiciosa y, en algunos casos, excesivamente almibarada proyección de un futuro de perfección para las ciudades en el que las máquinas, el “Internet de las cosas” (Internet of things) y las aplicaciones y sistemas tecnológicos conformarán un nuevo panorama ciudadano mejorado por la tecnología.

En este sentido, y dada la intensa participación de tecnólogos y profesionales de la ingeniería en las ponencias del Congreso, sospecho que la práctica totalidad de las propuestas desarrolladas durante el lunes y el martes (generalmente bastante interesantes y específicamente referidas a las smart cities), revelaban una cierta confusión entre la mejora y optimización de procesos y sistemas en las ciudades (en los ámbitos de las energías, las comunicaciones, la provisión de servicios públicos etc) y la transformación social de las ciudades, equiparando procesos de evolución que son notablemente complejos y distintos entre sí, especialmente en el caso de las transformaciones sociales.

No hay duda de que la tecnología nos llevará hacia la ciudad inteligente, pero como ya hemos tenido ocasión de manifestar en este espacio, la smart city ha de contar con smart citizens comprometidos con el movimiento de evolución de los sistemas ciudadanos (actuando como verdaderos prosumers), sin los cuales, el proceso de transformación de la ciudad será un mero ajuste tecnológico. En un marco como el del BDIGITAL en el que se expuso la capacidad de los sensores digitales para captar datos útiles que han de ser vertidos a la caudalosa red de información de las smart cities, alguno de los ponentes, con evidente acierto, reivindicó el papel de los ciudadanos como los mejores sensores para la captación y generación de información en las ciudades inteligentes.

Del mismo modo, y en íntima relación con la reflexión anterior, las ponencias desarrolladas durante estos días han anticipado la irremediable vigencia de un “determinismo tecnológico en el ámbito de la transformación de las ciudades, que pone de manifiesto, a nuestro entender, una visión parcial de un fenómeno evolutivo que es mucho más rico y complejo. Esta creencia en la tecnología como única palanca tractora del proceso de transformación evoca la errónea fe de nuestros antepasados en el maquinismo como vector exclusivo de transformación de las sociedades (que, hoy, aunque más avanzadas, sufren parcialmente los mismos problemas que las aquejaban entonces) o recuerda la paroxística visión de los Futuristas plasmada por Antonio de Sant’Elia en sus diseños para la “Citta Nuova”. Creemos, pues, que la innovación, la creatividad y el talento ciudadano son complementos indispensables de la tecnología en el desarrollo de este interesante proceso evolutivo de los espacios urbanos.

 

Igualmente, ha resultado bastante interesante comprobar cómo, en la pugna por establecer un sistema estándar para la progresiva implantación de la smart city, las potentes compañías del ámbito de la tecnología, las TIC y la energía participantes en las ponencias han tratado de defender sus sistemas y protocolos frente a los que impulsaban sus competidoras, generando un interesante proceso de reflexión en torno a la provisionalidad del término “smart city” (no es perfecto ni acabado) y la impetuosa búsqueda de un estándar propietario único que impulse el proceso de transformación de la ciudad. Lejos de ser un juego de esgrima, la batalla entre los gigantes de la tecnología se prevé cruenta (e interesante, de todo punto) y es probable que la contienda alumbre –por síntesis materialista de contrarios- un futuro prometedor en este ámbito. En este punto, y para descargar esta tensión dialéctica, resultó especialmente interesante la intervención de Carlo Ratti del MIT de Massachusetts, que asombró con las líneas de actuación en las que trabaja este instituto tecnológico norteamericano.

No obstante la reflexión anterior, y en específica relación con la provisión de servicios públicos a través de los nuevos sistemas nerviosos digitales de las ciudades, durante estos días se ha puesto de manifiesto la tensión filosófica y conceptual y los antagonismos entre los impulsores de los sistemas tecnológicos “propietarios” (private owned) y los (el) defensores de los procesos de Open Innovation en el Sector Público, que subrayan la importancia del crowdsourcing como fuente de desarrollo y evolución de los sistemas que dan soporte a estos servicios públicos.

En este sentido, la enérgica e interesante intervención del profesor de ESADE, Esteve Almirall, titulada “Open Innovation & Smart Cities” abundó en la necesidad de convertir a las ciudades en verdaderas catalizadoras de los procesos de innovación, con la reivindicación de la apertura de los sistemas que sustentan los servicios públicos a la ciudadanía que atesora el talento (ya no es exclusivo de la propia organización) y que no dudará en desarrollar, sobre la base de esa creatividad compartida, aplicaciones (al estilo de los apps que hoy se desarrollan para los smartphones) que exploten que estos sistemas, mejorando la provisión de los servicios públicos. Esta realidad,  a decir del ponente, implica un necesario cambio de mentalidad en los poderes públicos de las ciudades, que pasarían de meros proveedores de servicios a verdaderos gestores de plataformas (“los gobiernos no son máquinas expendedoras”).

El modelo de la Open Innovation para las Ciudades Inteligentes, que se inspira en la experiencia del sector privado, se basa en la creencia de que la innovación cerrada (característica en nuestros días del sector público) responde a la realidad de un mundo pre-internet, que debe transformarse necesariamente con la irrupción de las nuevas tecnologías, la consolidación de nuevas formas de competición entre las ciudades y la abundante disponibilidad en nuestros días de ideas y conocimiento así como de conexiones y redes para transmitirlas de forma rápida y masiva, replicándolas a muchos kilómetros de donde fueron alumbradas (no es difícil reconocer aquí la metáfora del “mundo plano” de Thomas Friedman).

Superado el obsoleto modelo de innovación cerrada basado en la presunción de que sólo con las ideas existentes dentro de la empresa/administración se podía crear y mantener una ventaja competitiva substancial frente a los competidores (o prestando servicios públicos), resulta cada vez más necesario integrar las ideas propias y ajenas, enmarcando el conocimiento generado en la propia organización en un contexto/modelo más amplio, situándolas al mismo nivel que las producidas fuera de su ámbito.

En su virtud, en un panorama caracterizado por una demanda creciente de servicios ciudadanos y una reducción de los ingresos de las administraciones públicas la innovación abierta en el ámbito de la smart city, y la reivindicación del papel del crowdsourcing, open data y el uso de las redes de sensores y fibra como instrumentos catalizadores de nuevos servicios digitales, son elementos indispensables para lograr convertir a las administraciones públicas en impulsoras de procesos de innovación, convirtiéndolas en verdaderas gestoras de plataformas vinculadas a los servicios que prestan más que en meras expendedoras de servicios.

Por último, y a resultas de las ponencias a las que pudimos asistir, una cosa nos quedó clara, y es que el término “smart city”, forzosamente polisémico y maleable, se encuentra en nuestros días “en construcción”, y será el futuro –cercano- el que nos revele su verdadero significado y alcance.

 

Para ulteriores lecturas:

http://www.elpais.com/articulo/Pantallas/Carlo/Ratti/ciudad/empieza/hablar/elpepurtv/20110601elpepirtv_1/Tes («La ciudad empieza a hablar», Reseña del 01.06.2011 del Diario El País sobre la intervención en el BDGITAL Global Congress de Carlo Ratti, del Senseable City Lab del MIT  de Massachusetts )

http://openlivinglabs.i2cat.cat/documents/Open_Innovation.pdf (Las reflexiones de Esteve Almirall (ESADE) sobre la Open Innovation en el marco del programa Opencities).

http://senseable.mit.edu/ (La web del siempre interesante Senseable City Lab del MIT  de Massachusetts)

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