POR QUÉ LAS SMART CITIES AYUDARÁN A MEJORAR NUESTRA SOCIEDAD. DISEÑANDO HOY LA CIUDAD INTELIGENTE DEL MAÑANA.-

Cada día sabemos más y entendemos menos (Albert Einstein).

Uno de los paradigmas que ha alcanzado mayor fortuna dentro del alambicado mundo de la innovación territorial de nuestros días es el de la implantación de la denominada SMART CITY (o ciudad inteligente, en su traducción española). No en vano, en este mismo espacio hemos dado cuenta del concepto en más de una ocasión, incidiendo, a través del ejemplo de diversos proyectos en ejecución en las 4 esquinas del globo, en las posibilidades reales que para nuestras ciudades se abren al incorporar el paradigma de la ordenación inteligente del territorio a los esfuerzos de planificación.

Las ciudades (todas, grandes y pequeñas) se han convertido en las consumidoras del 80% de la energía generada en el mundo. La creciente escasez y encarecimiento de las reservas de combustibles fósiles, la titubeante implantación de energías alternativas (en no pocas ocasiones primadas por los gobiernos, distorsionando la competencia) y la existencia de proyecciones nada radicales que prevén que las ciudades se convertirán en el hogar del 70% de la población mundial en menos de 20 años, justifican la necesidad de acometer reflexiones de hondo calado que afectan a la conformación y diseño de nuestras urbes, energéticamente ineficientes y crecientemente incómodas para los ciudadanos.

En este contexto, la mera formulación del objetivo ciudadano de convertirse en una smart city –al margen de retóricas huecas o ventajistas- supone una verdadera toma de conciencia de la situación actual de nuestros territorios, y una llamada para la acción total, que incumbe también al urbanismo y el aprovechamiento de los recursos. En este sentido, iniciativas privadas y políticas públicas de todo tipo pugnan por establecer, en todo el orbe, un desarrollo creciente de nuevas herramientas de diseño y gestión que, sobre la base de las tecnologías de la información y comunicación, mejoren la asignación de recursos y procuren una optimización de procesos de interacción urbana, en el camino hacia las denominadas low carbon cities o las zero carbon cities.

El resultado de esta (re)evolución se ha traducido en una vertiginosa carrera por crear sistemas nerviosos digitales en las ciudades sobre los que desplegar de toda una panoplia de servicios urbanos en el campo de la seguridad, la movilidad, la sostenibilidad ambiental y la eficiencia energética, la habitabilidad, la educación, la salud y la atención médica, así como el desarrollo de herramientas aplicadas al comercio minorista (retailing), obligando también a plantearse nuevas formas de gobernanza urbana, a descontar nuevos criterios en la toma de decisiones que afecten a las ciudades y a impulsar interesantes reflexiones en torno a la posibilidad de generar nuevos recursos públicos que saneen las maltrechas cuentas municipales por la actualización de servicios públicos ya sometidos a regímenes concesionales o autorizados o por la creación de nuevos servicios sobre estas plataformas digitales.

Empresas como IBM, Microsoft, Cisco, Siemens o Indra han creado líneas de negocio específicas relacionadas con el establecimiento de las ciudades inteligentes y los servicios asociados a su implantación, que constituyen hoy divisiones muy rentables para sus cuentas de resultados y prometen conformar nichos de actividad para las próximas décadas.

 De igual manera, son cada vez más comunes y generalizadas actuaciones como las que propone THE CLIMATE GROUP (www.theclimategroup.org) (organización no gubernamental con fuerte presencia institucional que propone su “Clean Revolution” para luchar contra el cambio climático o el “China Redesign: a program that will help Chinese cities build capacity to support the national government’s emissions reduction target. City governments, leading businesses, financial institutions and scientific experts will work together on 10 demonstration projects of practical low carbon solutions. The Climate Group will work with five cities to develop and implement a low carbon growth plan over the next three years, unlocking large economic opportunities), o nuevos conceptos en relación con el aprovechamiento inteligente de la energía como los asociados a los SMART METERS (del que ha derivado el neologismo “smartmetering” que alude a la medición inteligente de los consumos de energía), los SMART-GRIDS (Red de distribución de energía eléctrica «inteligente» ya que utiliza la tecnología informática (IT) para optimizar la producción y la distribución de electricidad con el fin de equilibrar mejor la oferta y la demanda entre productores y consumidores) o los ECO-GRIDS (que ha animado proyectos como el impulsado por la Unión Europea  ECOGRID EU (www.eu-ecogrid.net) en la isla danesa de Bornholm que prevé sustentar su sistema energético con un 50% de energías renovables), que pretenden avanzar en soluciones de optimización de la generación, distribución y consumo de energía en las ciudades.

En este orden de cosas, territorios muy dispares han apostado por esta política de implantación de sistemas nerviosos digitales y modelos de ahorro energético para las ciudades, con ejemplos que van desde las oníricas actuaciones que se plantean en el sureste asiático (de escala e inversión mareantes como las ya citadas de New Songdo en Corea del Sur, One North en Singapur etc) hasta experiencias más cercanas como las verificadas por Am-smarter-dam City (Ámsterdam), el Distrito 22@ en Barcelona o el Proyecto de Málaga Smart City impulsado por Endesa en la ciudad andaluza, cuyo Centro de Control y Monitorización ha sido inaugurado hace apenas unas semanas.

 

En cualquier caso, en todos ellos confluye una serie de factores y circunstancias que constituyen el denominador común para la implantación de la Smart City, que nos atrevemos a recapitular:

En primer lugar, y prioritariamente, la smart city necesita de smart people, o lo que es lo mismo, una ciudad que quiera transformarse inteligentemente necesita de un compromiso férreo de las autoridades públicas, los ciudadanos individualmente considerados y la iniciativa empresarial privada (también la financiera). Es el ciudadano quién demandará los servicios prestados por la red y quién se beneficiará de ellos, potenciándolos con su uso y aprovechamiento. Además, allí donde se abran camino procesos de Open Innovation en el ámbito de la gestión de las ciudades, el papel del crowdsourcing (ciudadanos inteligentes generadores de aplicaciones que mejoren y optimicen la prestación de servicios) será fundamental. En esta línea se trabaja ya en proyectos como el de Open Cities (http://opencities.net/).

Del mismo modo, hace falta un Proyecto. Esta afirmación, de elemental sentido común, no siempre se cumple, pues numerosas iniciativas que se adornan con los velos del I+D territorial y/o tecnológico son meros programas al servicio de intereses temporales, reflexiones hueras o meros sub-productos del city marketing, que carecen de un verdadero análisis territorial comparativo y una clara definición de objetivos y actuaciones, tanto en materia de ahorro energético, como en los campos de la seguridad, educación, salud, movilidad y la sostenibilidad ambiental, que diferencian a las ciudades inteligentes. Durante estos días de campaña electoral (elecciones locales y regionales en España el 22 de mayo de 2011) veremos florecer proyectos con fecha de caducidad que, lamentablemente, no extenderán su vida más allá del día de elecciones. El Proyecto, además, debe potenciar-sin ultraísmos- la identidad del lugar donde pretende arraigarse (no vale importar automáticamente modelos alógenos), evitando reproducir los vicios del urbanismo banalizado y la edificación atópica.

En tercer lugar, se presupone la confluencia de una cultura empresarial e industrial arraigadas en el territorio que no sean esquivas con la innovación, además de la presencia de centros educativos, universitarios y/o tecnológicos que impulsen la transferencia de conocimiento hacia las sociedades en las que se insertan, desarrollándose un entorno en el que el esfuerzo personal y la cultura (formación, educación, preparación) constituyan referentes de actuación ciudadana. La existencia de esta predisposición empresarial/industrial habrán permitido significar a la ciudad o el territorio y a sus gentes como agentes activos en las distintas redes mundiales de tráfico de productos, capitales, ideas y talento.

Por último, se requiere de una serie de infraestructuras ciudadanas existentes o de un proyecto para establecerlas, que permitan un despliegue razonable del sistema nervioso digital conformado por las nuevas tecnologías que han de dar soporte a los servicios urbanos. En relación con esta cuestión, es un error ya muy extendido (quizá por el ejemplo de las ciudades de nueva planta que se edifican en las emergentes economías asiáticas) que la smart city se asocia a un nuevo desarrollo urbanístico y edilicio, pues la experiencia nos dice que las actuaciones de renovación y actualización digital de las inner cities (corazón real de nuestras ciudades) son tan inteligentes y productivas como las que se asocian a los nuevos desarrollos. En este ámbito, hay que situar la diferencia teórica establecida entre proyectos vinculados a Greenfields (nuevos desarrollos) y Brownfields (actuaciones sobre desarrollos ya existentes), tan del gusto de la doctrina. No pasará mucho tiempo para que la reflexión en torno a los criterios asociados al establecimiento de ciudades/distritos inteligentes se incorporen, de manera definitiva y con carácter jurídico vinculante, a los procesos de planeamiento y ordenación urbanística.

Establecidos estos presupuestos, la diferenciación de los proyectos para cada territorio vendrá definida por la potenciación, por parte de sus impulsores, de programas en los que prime el ahorro energético como vector principal de actuación, la movilidad, la sostenibilidad, la habitabilidad o la provisión de servicios públicos elementales.

En este sentido, y como ilustrativo ejemplo en España de una ciudad que ha apostado por forjar un modelo de smart city basado en la sostenibilidad ambiental y la optimización de la movilidad, cabe reseñar el caso de VITORIA, capital del País Vasco. Es conocido el esfuerzo (50% autoridades/50% ciudadanos) que ha llevado a Vitoria a mejorar su conformación como ciudad, con la implantación de diversas soluciones que le han valido el reconocimiento como CAPITAL VERDE EUROPEA PARA 2012 por parte de la Comisión Europea (probablemente alguien opinará que el mérito de la ciudad es doble, dado el opinable vídeo en el que se sustentaba la candidatura).

 

El éxito del proyecto ciudadano de Vitoria (del que el citado premio no es más que una consuecuencia) se basa en la conformación de un urbanismo racional y un aprovechamiento del espacio para la habitabilidad, combinando interesantes actuaciones en materia ambiental con intervenciones de cierta radicalidad en relación con la ordenación de los transportes terrestres y la movilidad, apostando fuertemente por una red de tranvías.

Uno de los planos de trabajo más interesante para Vitoria ha sido la actuación en el denominado Anillo Verde de Vitoria-Gasteiz, que es el resultado de un ambicioso plan de restauración y recuperación ambiental de la periferia de la ciudad que persigue fundamentalmente recuperar el valor ecológico y social de este espacio a través de la creación de un continuo natural alrededor de la ciudad articulado por diversos enclaves de alto valor ecológico y paisajístico. En este sentido, en cuestiones de diseño urbanístico de este anillo verde, se estableció como criterio genérico de planificación eliminar la fragmentación de los espacios naturales periféricos potenciando la conectividad física y ecológica entre ellos, en primer lugar, y con el amplio entramado de zonas verdes de la ciudad y el resto de espacios naturales del territorio, en segundo término.

El resultado es una ciudad habitable, accesible, bien comunicada y ecológicamente sostenible, con un transporte público de uso generalizado por unos ciudadanos concienciados con el proyecto de ciudad, al margen de siglas políticas. Además, Vitoria no sólo es una ciudad sostenible sino que se ha lanzado a publicitarlo, generando un interesante retorno de la inversión de la mano del turismo, los crecientes congresos y simposios asociados a su marca verde y la progresiva implantación de empresas que acuden a la ciudad al reclamo de sus potencias.

Las smart cities son ya una realidad. Ahora hace falta poner a trabajar a la smart people…

 

Para ulteriores lecturas:

 http://www.guardian.co.uk/sustainable-business/blog/smart-cities-energy-consumption (Noticia del Diario The Guardian que analiza el fenómeno de las low carbon cities, insistiendo en los beneficios económicos de este campo de trabajo)

 http://upcommons.upc.edu/e-prints/bitstream/2117/9066/1/5025.pdf (El concepto de SMART METERING en el nuevo escenario de la distribución eléctrica, por 3 profesores dela UPC)

 http://www.smartgrids.eu  (Plataforma tecnológica europea para las redes energéticas del futuro)

 http://www.smartcitymalaga.es (El Proyecto SMART CITY MÁLAGA DE ENDESA)