«El Cólera…una vez hace su aparición, permanece por largo tiempo, y es más peligroso en hogares y vecindarios cerrados, húmedos y sucios…».
Carteles admonitorios como el que encabeza este post eran habituales en Europa hace no más de 150 años, en un contexto de ciudades plagadas de aterradores suburbios y barriadas como las que el propio Dickens recogió en sus novelas. Frente a este estado de cosas -tolerado por largo tiempo por autoridades y sociedad civil- algunas voces se alzaron reclamando profundas medidas de saneamiento e higienización de estos nucleos insalubres de las ciudades, propugnando una visión tutelar del problema que alumbró la aparición de doctrinas como el Higienismo, tremendamente popular entre la intelectualidad y las clases altruistas de la sociedad de finales del siglo XIX.
Aunque hunde sus raíces en las doctrinas de la Ilustración europea, el Higienismo, como movimiento internacional de transformación general de las emergentes sociedades industriales, vive su apogeo en el último cuarto del siglo XIX y primeros años del siglo XX, canalizando la actividad redentora de un buen número de pensadores y profesionales (arquitectos, médicos, abogados) que encuentran en los menesterosos slums de las ciudades un campo para la acción y postulación del nuevo homo hygienicus.
Bajo la general consigna del public health is wealth, y frente los crecientes problemas de salubridad de los enclaves en los que se hacinan los trabajadores emigrados del campo a la ciudad como mano de obra para la industria urbana, los higienistas tratarán de incorporar un paradigma sanitario transversal que mejore la existencia de estas clases empobrecidas, valorizando su entorno y proponiendo nuevos enfoques que habrán de afectar a la alimentación, la higiene, la educación, la moral y los hábitos saludables, con un inmediato efecto sobre el urbanismo de las ciudades y su arquitectura.
La extensión y generalización de nuevas infraestructuras básicas como el alcantarillado, la distribución de aguas potables o la elemental recogida y gestión de los residuos urbanos comienzan a ser formulados por los impulsores del movimiento higienista, que logran que sus objetivos se incluyan en las agendas de los gobiernos liberales de la época, que las apoyarán y financiarán con cargo al presupuesto.
De igual manera, la creciente intervención en la inspección y regulación de usos de cementerios, mataderos, mercados, lavaderos y plazas públicas, así como el impulso de nuevas doctrinas y hábitos entre la infancia (fuese con la creación de instalaciones como las crèches francesas (elementales guarderías) o los Grupos Escolares impulsados por la Institución Libre de Enseñanza en España) habrían de reducir la morbilidad y mortalidad de unas sociedades enfermas cuya onerosa realidad se confrontaba con el ideal de desarrollo y progreso impulsado por el maquinismo.
Desde el punto de vista de las ciudades y su diseño y habitabilidad, podemos concluir que la doctrina higienista se encuentra en la base de la filosofía que impulsa el Eixample barcelonés (Ildefonso Cerdá publicó en 1856 su Monografía Estadística de la clase obrera de Barcelona), el París de Haussmann o la Lisboa del Marqués de Pombal, y sirve de justificación para la gran batalla de las infraestructuras que se desarrollará en Europa durante estos años, generalizando la implantación del alcantarillado común y favoreciendo la emergencia de cuerpos normativos que incorporarán novedosos criterios para las edificación en los cascos urbanos, a la vez que se promueve una cultura nueva en materia de higiene y alimentación, especialmente de la maltrecha infancia.
El Higienismo del XIX encuentra su peculiar epígono en la creación de las colonias infantiles impulsadas por el Fascismo Italiano durante los años 30 del nuevo siglo. La denominada Opera Nazionale Balilla (ONB) – institución del régimen cuya tarea es la educación de los jóvenes sobre el estilo de vida fascista, en el que la higiene y la santidad del cuerpo ocupan un lugar destacado – o la ONMI (Opera Nazionale per la Modernità e la Infancia) serán las impulsoras de una red de albergues y colonias por todo el territorio italiano, concebidas como verdaderos centros de adoctrinamiento físico, cultural y profesional para los jóvenes e infantes en los que la salud y los servicios asistenciales se constituyen como elementos centrales que definen no sólo el rango de actividades (v.g. la climatoterapia) sino que conforman un verdadero paradigma para la arquitectura y el urbanismo de las colonias balilla.
Son numerosos los ejemplos de la interesante arquitectura fascista vinculada a las colonias veraniegas que se sostienen por las más pujantes empresas del régimen como son, sin duda, la denominada Colonia Fiat de Marina di Massa (Bonadé-Bottino), la Colonia Piaggio de Santo Stefano d’Aveto (de Daneri), la corbussieriana Colonia AGIP “Sandro Mussolini” de Cesenatico (Vaccaro) o la Colonia Montecatini de Cervia/Ravenna (de Faludi), que compiten en la implantación del canon edilicio fascista con las Colonias Helioterápicas de la ONB en Monte Mario (Roma) o la Colonia para los servicios asistenciales de Ferrocarriles y Correos en la localidad de Calabrone (Tirrena de Pisa), algunas de ellas todavía visitables en nuestros días y en las que aun se respira cierto aire de marcialidad tan del gusto de la época.
En nuestras sociedades occidentales hemos superado (al menos, formalmente) los problemas estructurales que aquejaron a las sociedades industriales abandonadas al maquinismo y que dieron lugar al florecimiento de la doctrina y el urbanismo higienista. La idea de una pandemia tan morbosa y letal como el cólera o la mal llamada «Gripe Española» de principios del siglo XX parece algo remoto en nuestras ciudades durante estos días, habiendo decaído, con la consolidación de la provisión de infraestructuras urbanas y la extensión de la cultura de la higiene y las buenas prácticas sanitarias personales esta visión higienista del urbanismo.
Tal vez, el campo para la acción del Higienismo y su enfoque transformador (acaso menos redentor en nuestros días) encuentre hoy en los paises en desarrollo, en el marco de la ciudad y la economía informales de aquellos lugares, cierta resonancia y proyección, aunque en un mundo como el actual, crecientemente interconectado y globalizado, nada está lo suficientemente lejos ni nadie nos es totalmente ajeno. Los virus y las enfermedades, lo saben. Cuídense.
Una respuesta para “‘PUBLIC HEALTH IS WEALTH’: URBANISMO HIGIENISTA Y DESARROLLO URBANO.”